Opinión
JOSÉ MANUEL PONTE
Lo que llaman justicia
Tres noticias de tribunales en el mismo día dan pie a una breve reflexión sobre el sentido de la justicia en el mundo y especialmente sobre la forma en que se administra. La primera es la orden de búsqueda y captura decretada por un juez de la Audiencia Nacional contra tres militares norteamericanos como presuntos autores de la muerte del cámara español José Couso, durante la toma de Bagdad. La segunda, el inicio del proceso contra Sadam Hussein , depuesto dictador iraquí ,por un tribunal nombrado por la potencia invasora. Y la tercera, el levantamiento de la inmunidad del general chileno Augusto Pinochet , para que pueda ser juzgado por fraude fiscal y falsificación de documentos. La casualidad las ha puesto juntas pero ,a poco que las analicemos, caeremos en la cuenta de que hay un denominador común entre las tres: la práctica imposibilidad de que los débiles juzguen a los fuertes, los vencidos a los vencedores, y los explotados a los explotadores. La justicia, teóricamente es uno de los tres poderes del Estado -junto con el legislativo y el ejecutivo- y cuando se ejerce hacia abajo, o hacia los lados, puede funcionar, por cuanto parte de una relativa posición de dominio, y revestida, por tanto, de autoridad. Pero, cuando se ejerce fuera de ese ámbito, y alejada del campo gravitatorio en el que se mueve, su capacidad de progresión se reduce a la nada. Ahora mismo, por ejemplo, está en marcha una iniciativa para implantar un Tribunal Internacional de Justicia y la primera potencia del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, se niegan a reconocerle jurisdicción. En realidad, los tres casos que contemplamos se reducen a uno solo: la imposibilidad de controlar judicialmente al poder imperial. Los Estados Unidos mataron a José Couso; los Estados Unidos apoyaron el golpe de Estado y la represión política en Chile; y los Estados Unidos invadieron Irak y derrocaron a Sadam Hussein, después de haberlo apoyado. La resolución dictada por el juez de la Audiencia Nacional en el caso de José Couso tiene un valor moral de precedente que no cabe desdeñar, pero su camino procesal es tan problemático como dificultoso. La fiscalía recurrirá y cuando dictaminen instancias superiores, si la tesis inicial prospera, ya veremos si el gobierno que ejerza en ese momento es capaz o no de solicitar la extradición de los procesados. En cuanto a los juicios contra Sadam Hussein y Pinochet, solo cabe concluir que son dos ejercicios de cinismo . Si de verdad fueran juzgados por todos sus crímenes, tendrían que estar acompañados en el banquillo por quienes fueron sus cómplices durante tantos años. Juzgar a Pinochet por un delito fiscal y por falsificación de documentos parece un sarcasmo. Y juzgar a Sadam Hussein por la represión contra un poblado kurdo, cuando se alentó la guerra criminal contra Irán, se hizo la vista gorda en otras muchas tropelías, y sobre todo, se masacró a la población civil de Irak con un embargo terrible y unos bombardeos salvajes, desborda cualquier calificativo. La sed de justicia es la más difícil de saciar.
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