Opinión

Los mensajes

Así pues, leído con atención lo que dijo en este periódico el señor Núñez Feijóo, parece difícil negarle buena parte de razón, sobre todo cuando reclama para los asuntos de Galicia más atención y mayor esfuerzo que a los del congreso sucesorio de su partido, el popular. Cierto que esa tesis encierra en sí misma una actitud dirigida a captar las simpatías de los compromisarios, y por tanto actúa de algún modo en la misma dirección que critica, pero a la hora de la verdad es más importante lo obvio que lo subliminal.

En esa línea -y teniendo en cuenta siempre que el equilibrio en el PP es bueno para el país, que ése es el partido más votado de Galicia y que por tanto sus asuntos son propios, pero no exclusivos, lo que justifica cualquier opinión desde fuera- es también importante la reflexión de don Alberto sobre que la unidad, la renovación y la modernización son la misma cosa. Es otro mensaje dirigido a las bases populares, pero también inteligente y que por tanto merece una reflexión sosegada y, a poder ser y sobre todo, desapasionada.

Y además es un mensaje certero. Hasta ahora, las voces que han llamado al motín en el interior del PPdeG, o las que -acaso las mismas- quieren mantener la incógnita de una escisión, salen de lo que ha dado en llamarse Galicia profunda; una profundidad que no alude a lo hondo de sus convicciones, sino más bien a lo rancio de sus esquemas. Algo que, al situarse bajo el manto de un supuesto galleguismo, lo contamina con un aroma antiguo y montaraz. Que es, por cierto, justo lo contrario de lo que se necesita.

En este punto conviene subrayar un dato: en la defensa de uno de los dos precandidatos, el señor Barreiro, se ha proclamado paladín el presidente de la Diputación de Lugo, que ni en sus métodos de gobierno se caracteriza por el respeto escrupuloso a la estética democrática -la izquierda, allí, lo ha llevado incluso a los tribunales- ni en sus esquemas partidarios se ha distinguido precisamente por tener en el magín algo más que la propia provincia. Don José Manuel no es así, pero debe tener en cuenta lo del refrán: "dime con quién andas..."

Sin entrar en más ejemplos -porque otro de los precandidatos, oír ahora presunto, tiene como padrino al político gallego que más veces ha sido acusado de métodos propios de los caciques tradicionales- parece necesario recordarle al señor Núñez que, por su parte, convendría que dejase aún más claras las cosas, sobre todo en lo que respecta a las compañías. Porque se le atribuye la tutela política del señor Romay, lo que no es en modo alguno un crimen pero sí alimenta la sospecha de que comparta la idea jacobina que el ex presidente del Consejo de Estado tiene de la política gallega, y de la práctica de derecha de pitiminí que durante muchos años ha llevado a cabo.

¿O no...?

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