Opinión
JULIO PICATOSTE
En el cincuentenario de la muerte de Ortega y Gasset (y II)
El día en que muere Ortega, sobre su mesa de trabajo se encontraban dos libros: uno era una biografía del ilustre romanista alemán Ihering, y el otro, su obra El espíritu del Derecho romano. Eran testimonio de su interés por el Derecho, de cuyo estudio se ocupaba en sus últimos días.
Su padre, Ortega Munilla, tenía empeño en que el joven Ortega estudiara Derecho; en un intento por complacerle, se matriculó, sin especial contento, en aquella carrera y, además, en Filosofía y Letras; pero su fuerte vocación por la filosofía pudo más y, con la ayuda del Padre Coloma como mediador, vence la presión del padre y abandona finalmente los estudios de Derecho para dedicarse ya de lleno a la carrera de Filosofía.
A lo largo de su obra encontraremos tangenciales referencias a cuestiones jurídicas; son, como era en él habitual, sugerencias o incitaciones, siempre luminosas, pero rápidas como un relámpago, según palabras de Garrigues. Es, sin embargo, en sus escritos de los últimos años donde se advierte un interés creciente por el Derecho. Ortega no era jurista, no era filósofo del Derecho; su aproximación a los temas jurídicos es la del pensador que reflexiona sobre el Derecho, aunque la perspectiva de su abordaje sea, a veces, eminentemente sociológica. Ello no obstante, su influencia ha sido clara en algunos cultivadores españoles de la Filosofía del Derecho (Recasens, Legaz, Lissarrague). Gregorio Robles califica de sugerentes las aportaciones de Ortega, pero entiende que tras la situación generada por la revolución positivista pueden resultar hoy en ocasiones algo ingenuas.
Sin contar artículos y trabajos breves, dos libros han abordado de modo particular el estudio del Derecho en Ortega; lo ha hecho José Hierro S.-Pescador en una densa y sistemática monografía publicada en 1965, donde, desde postulados orteguianos y tras un minucioso rastreo de su obra, lleva a cabo una labor de verdadera destilación del pensamiento orteguiano sobre temas jurídicos y políticos. Sin la vastedad de este trabajo y con propósito y perspectiva diferentes, también se ha ocupado del mismo tema López Medel.
Al margen de incursiones ocasionales, será en dos cursos impartidos en el Instituto de Humanidades, entre 1948 y 1950, donde parece quería detener su atención de un modo más concreto sobre el Derecho. El primero de aquellos cursos versaba sobre la obra de Arnold Toynbee, luego publicado como libro (Una interpretación de la Historia Universal); dos de sus lecciones (la IX y la XII) contienen sugestivas reflexiones a propósito del Derecho romano. Algunas de ellas motivaron una interpelación epistolar de Garrigues, a la que Ortega contesta en carta de 15-3-1949 con puntualizaciones a lo dicho en su intervención oral; sin duda este episodio le decidió, al tiempo de publicar el libro, a introducir en el capítulo IX una nota a pie de página en la que, para matizar lo que dice, reproduce literalmente parte del texto de aquella carta.
En sus lecciones señala Ortega que hasta ese momento se ha reparado más en lo admirable de la técnica jurídica del pueblo romano, que en la identificación de su peculiar modo de sentir el Derecho. Para los romanos, el Derecho no es Derecho porque sea justo -nos dice-, sino que lo justo es justo porque es Derecho; éste nada tiene que ver con lo que llamamos justicia, que no es sino un aditamento perfectivo de la realidad primaria que el Derecho es; su esencia para los romanos es -explica Ortega- su percepción como forma de comportamiento de inexorable e invariable vigencia, que da al hombre seguridad en cuanto que por él sabe a qué atenerse en una vida que es constitutivamente insegura. Las instituciones jurídicas de Roma son producto de inveterados usos y compromisos de grupos sociales; el Derecho es ley estable, lo establecido, lo que está ahí desde siempre. Y en este modo de concebirlo encuentra Ortega similitudes entre el pueblo inglés y el romano, en oposición a la idea continental del Derecho que se alimenta de ciertos desiderata de orden moral y ético, variables - nos dice- en función de luchas políticas que hacen del Derecho algo que hay que reformar constantemente para alcanzar el valor justicia, de tal suerte que lo que está llamado a ser estable y dar seguridad al hombre, pasa a ser algo inestable e inseguro.
La referencia al Derecho como realidad vivida, sentido primario de lo jurídico, enlazaría con la idea orteguiana del Derecho como uso social que desarrolló en el segundo curso, El hombre y la gente. Al estudiar los usos, entendidos como hechos sociales constitutivos, distingue entre los débiles o difusos y los usos fuertes o rígidos, entre los que sitúa al Derecho dotado de formas de máxima coacción que incluyen la fuerza. Se le reprocha que la elaboración de su tesis no es acabada y deja interrogantes sin responder, al no identificar la esencia distintiva de lo jurídico (Ferreira). Probablemente sea porque, en última instancia, no quería hacer filosofía jurídica, sino sociología, que es lo que en aquel curso se proponía. Pero se discute hoy que sean aplicables al Derecho los caracteres de los usos sociales tal como Ortega los entendió (Robles).
En el programa de este segundo curso figuraba una lección VIII cuyas rúbricas evidencian un muy específico y acentuado interés por temas netamente jurídicos; además de volver sobre el Derecho en Roma, se trataba allí de derecho consuetudinario y ley, jurisprudencia y filosofía del Derecho, Derecho y moral. Esta lección, sin embargo, no llegó a impartirse e inédito quedó lo que Ortega hubiera dicho sobre esas materias. Tengo noticia de que en la "Fundación Ortega y Gasset" se guardan numerosas notas de trabajo sobre temas jurídicos, entre las que con toda probabilidad se encuentre el material del que iba a nutrirse aquella nonata lección. Lamentablemente, no han sido dadas a la luz, con lo que nos quedamos sin saber hacia dónde se encaminaban las reflexiones de Ortega, por más que en ciertos pasajes de sus obras haya alguna consideración próxima a aquellos temas que nos permite intuir o aventurar las líneas maestras del discurso inédito. La "Revista de Estudios Orteguianos" viene publicando diversas "notas de trabajo" que sobre temas muy diversos se guardan entre los papeles del filósofo español. Confiemos en que, por ese conducto, y aunque solo sea en su forma original de sumario apunte, un día salga a la luz y podamos conocer la urdimbre de aquella lección nunca impartida y ya nunca escrita.
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