Opinión
Las garantías
Así que, cumplida la visita del presidente de Venezuela, quizá debiera el de Galicia explicar un poco más, y desde luego bastante mejor, cuáles son las razones por las que no se aprovechó la ocasión para preguntarle a tan pintoresco huésped por algunas de las cuestiones que la comunidad gallega en aquel país tiene denunciado. Y que no son pocas ni leves, a pesar de que el ex teniente coronel las niegue y de que la orquestina que suele acompañar a Chávez en sus giras procura que se comenten lo menos posible.
Conste que eso, que es malo, resulta aún más extraño cuando del concierto forman parte, además de los habituales músicos que confunden la farsa con la ideología, miembros de la propia Xunta o sus entornos. Y habría que empezar a preguntar cuál es la razón por la que gobiernos que han producido perjuicios muy notables a los intereses de sus colonias gallegas sean recibidos aquí con tanta pompa y alharaca, sin preguntarles siquiera, al menos de cara al expediente, qué ocurre detrás del escenario. Y eso que se sabe qué ocurren cosas.
Algunos observadores -mal intencionados, al decir de los nuevos bufones de palacio- han relacionado la exagerada cortesía, y hasta obsequiosidad, de los responsables de la Xunta de Galicia con el papel jugado por el gobierno de Hugo Chávez en el voto por correo de los emigrantes gallegos antes del 19/J, un capítulo todavía oscuro que, si bien inocuo para el resultado final de los comicios, resultó significativo de hasta qué punto la arbitrariedad puede funcionar incluso en regímenes de apariencia democrática, como es el del antiguo -y fracasado- bigolpista.
Los exégetas de las carnavaladas, que los hay, suelen insistir en el hecho de que la victoria electoral de Chávez exime al antiguo oficial de paracaidistas de su pasado de espadón. Pero resulta curioso que esa bula la limiten a este tipo de perfiles, cuando en realidad resulta similar a otros casos que, como el de Hugo Banzer en Bolivia, pretenden -aunque desde lados opuestos- la legitimidad a través de sistemas que antes quisieron destruir y que después modifican para blindar sus intereses. Y, guste o no, todos tienen muertos en su haber.
Con las cosas así -y son así: lo medible no es opinable- siempre queda la razón mercantil para explicar lo inexplicable. Una razón que en este caso consiste en recordar que Chávez podría tener interés -que no se concretó- en comprar patrulleras, reconvertibles a pesqueros, en astilleros gallegos. Y también en este caso sorprende que el Gobierno español, que tan escrupuloso se muestra para juzgar las actividades de otros gobiernos, ni siquiera le reclame al de Chávez garantías serias de que el material militar vendido será utilizado para lo que dice que lo hará. Y más valdría que las exigiese, porque la mera palabra de quien intentó dos veces derrocar al que juró fidelidad no es de fiar.
¿Eh...?
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