Opinión

FERNANDO G. DELGADO

La medida y la comida

Cuando supe que Iberia aprobaba un plan para sobrevivir y comprobé que subía en Bolsa, di por supuesto que habría congelado los salarios y que se disponía a despedir a algunas de sus amables azafatas y a buena parte de su diligente personal de tierra. No me equivoqué: no hay plan, por lo visto, que no pase hoy por esas medidas. Pero no pude imaginar que entre sus proyectos para contar con más clientes se encontrara una mejor utilización de sus estrechos espacios, a menos que esto suponga una reducción de butacas que nos permita al fin estirar las piernas en los aviones. No parece, sin embargo, que la cosa vaya por ahí. De modo que los que pasamos de 1,85, incapaces ya de aumentar nuestra capacidad de sacrificio, tendremos que renunciar por salud a viajar en avión. Los altos podríamos organizar un colectivo de agraviados, pero lo que es imperdonable es que los expertos en modernización de Iberia no hayan tenido en cuenta, con su pragmática sabiduría, una nueva realidad: que España ha dejado de ser mayoritariamente un país de bajitos. Y que lo bueno de tener en cuenta a las nuevas generaciones más altas es que más espacio entre asiento y asiento en el avión tampoco perjudica a los bajos. En cualquier caso, sería aconsejable que los expertos en la mejor utilización de los espacios no fueran personas de escasa medida que limitaran el sentido de los metros a sus propias necesidades. Pero la otra sorpresa que me trajo el plan es que vayan a suprimir las cocinas, que yo había creído que ya no existían; comprenderán que el menú que ofrecen, con independencia de sus precios elevados, así me lo hubiera hecho entender. Por otra parte, si en el Plan figura la intención de subir el precio de la botella de agua y del reseco bocadillo, tan clamorosos ya, podrían avisarnos para subir al avión con una nevera portátil y una tartera.

Tracking Pixel Contents