Dolorosos

Hemos venido a este mundo para sufrir, pero cuesta evitar que algún espabilado se fume un pitillo de felicidad en el patio de la cárcel, durante la hora de paseo. No apurarse, aquí llega la brigada de los dolorosos para aplicarle un correctivo. Siempre están dispuestos a darte una pésima noticia, siempre tienen a mano un cadáver fresco para desolarte, o la nueva patología incurable de un prójimo a quien desconocías mientras estuvo sano. Cuando el amigo enfermó, los buitres lagrimadores se preocupaban a cada mejoría, "¿pero no tiene remedio, verdad?", porque nada debía entrometerse en su labor de agoreros.

Los dolorosos ondean su lema, "hemos venido a este mundo para que otros sufran". Sutiles, te infligen el dolor ajeno, te recuerdan tu mortalidad, te susurran que todo ha empeorado ya. Y mientras lo hacen, te escrutan con avidez, porque luego le soplarán a un tercero la confidencia de que hacías mala cara. Dada su predisposición, lo lógico sería que les cayeran encima todas las enfermedades y desgracias, pero el universo fue diseñado por un loco. Jamás aprovecharía este artículo para contagiarles a ustedes el dolor que me aflige ahora mismo -dos temporadas consecutivas sin un solo título- pero, la próxima vez que les aborde un doloroso, no sucumban ni a la cortesía de compartir hipócritamente su desazón por tragedias enteramente ajenas. Hay que exterminarlos a base de indiferencia. Y no confundirlos con los pesimistas, seres esencialmente discretos.

Cada vez que me encuentro con un doloroso -los periódicos les atraen especialmente-, se afianza mi convicción de que hemos venido a este mundo para sufrir a los demás. Además, su falsa piedad queda desenmascarada al contemplar su frustración cuando no se consuma el dolor que pregonan. Sólo se realizan en la transmisión de las penas, la alegría es su pecado capital. No dan ganas de recordarles que la botella medio vacía también está medio llena, sino de partirles la maldita botella en la cabeza, para que experimenten de una vez el dolor que propagan con tanto entusiasmo.