Opinión
ESTHER ESTEBAN
La gran coalición
Ni el fracaso de Angela Merkel era tal, ni la victoria de Schröder tan evidente para echar las campanas al vuelo. Lo ocurrido en la poderosa Alemania es un signo claro de que, en política internacional, lo aconsejable es el pincel fino porque los brochazos gordos se pueden volver contra uno. Si hace menos de un mes el presidente Zapatero hablaba del fracaso electoral de la futura canciller alemana arrimando así el ascua a su sardina ideológica, ahora será con ella ¡cosas del destino! con quien estará obligado a entenderse.
El análisis del inquilino de La Moncloa, si bien erróneo, no deja de ser -aunque algunos intenten magnificarlo- una anécdota, un mal cálculo que no tiene por qué suponer un desastre en las relaciones de ambos países. Zapatero se limitó a hacer una declaración en caliente tras conocerse un primer y ajustado resultado electoral, pero desde luego, si bien en estas cosas la prudencia es buena consejera, eso no significa una catástrofe para un futuro entendimiento entre España y Alemania.
De todo lo ocurrido allí yo me quedo con esa altura de miras que los dos principales partidos han tenido para llegar a conformar una gran coalición. Hay muchas cosas interesantes en el caso alemán. Angela Merkel pasará a la historia como la primera mujer que llegó a la cancillería, lo cual resulta ejemplarizante para romper esas poderosas barreras tan imperceptibles como machistas que hace dificilísimo para las mujeres el llegar a las más altas cotas de poder. Además, es de Alemania del Este, y es conservadora, lo cual no le ha impedido divorciarse y haber renunciado por voluntad propia a tener hijos para ejercer al máximo su carrera profesional. Dicen que es una mujer fría y distante, y seguramente dentro de poco le empezarán a caer todo tipo de críticas no tanto por su gestión -que por cierto será dificilísima- como por su sexo y ¡sino tiempo al tiempo!
Pero además del caso de la "chica que vino del Este", apenas veinte días después de las elecciones los dos grandes partidos han conformado gobierno. Schrder, que no ocupará cargo alguno en el Ejecutivo, ha conseguido nada menos que 8 de los 14 ministerios y se ha retratado como un magnífico negociador que ha dejado a su partido en una magnífica situación a pesar de haber sacado 450.000 votos menos que los conservadores.
Ahora llega la hora de la verdad. Alemania tiene que afrontar un proceso urgente de reformas estructurales y llevarlo a cabo dos partidos que, aún siendo adversarios, irán de la mano. La operación, sin duda, está cargada de riesgos y será una carrera de obstáculos, pero también ha servido para demostrar una madurez democrática que muchos quisieran.
Mientras en España los dos grandes partidos, PP y PSOE, son incapaces de ponerse de acuerdo en nada, lo ocurrido en Alemania me produce una sana envidia política. El país y su bienestar deberían ponerse siempre por encima de las pequeñas miserias partidistas, pero para eso se necesitan políticos que estén a la altura, y eso ocurre en muy raras y contadas ocasiones.
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