Opinión
El realismo
Así que, leído lo último que ha dicho el señor vicepresidente del Gobierno gallego, parece evidente que tiene razón al menos en dos de sus afirmaciones: la primera sobre lo difícil que va a ser que coincidan, don Emilio Pérez Touriño y él mismo, en qué entienden por nación; la segunda, acerca de que hay que trabajar mucho para conseguir un sistema de financiación que acabe con la idea de la Galicia pobre. Y como el realismo es virtud, aunque escasa, en la gens politicae, hay que cantar sus alabanzas cuando aparece: hosanna.
Ocurre, claro, que para que exista realismo hay que disponer de una capacidad de análisis lo suficientemente lúcida como para no confundir la realidad con los deseos, y don Anxo -acaso llevado por el entusiasmo de su nueva condición y de las oportunidades que gobernar siempre proporciona para realizar los sueños- corre el riesgo de situarse en la difusa frontera que separa una cosa de otra. Sobre todo cuando habla en concreto de financiación, que es materia contable; lo otro es política, y siempre hay mayores márgenes de maniobra.
Es cierto, por supuesto, que su señoría para explicar la tesis alude a la capacidad, aún sin cuantificar, que Galicia tiene para aumentar sus ingresos a la hora de explotar mejor sus recursos e incluso de reclamar con más eficacia sus derechos, pero aún así resulta obvio que -no sólo hoy por hoy sino también por mañana- necesita de la solidaridad,-que no de la limosnería- de las comunidades más ricas. Y como el mejor modo de regularla es evitando que cada cual vaya por su cuenta, tendrá que ponerse a ello don Anxo. Y cuanto antes.
La pregunta del millón es si puede, y aunque la respuesta pueda considerarse gallega, no por ello tiene menos de cierto: está en mucho mejor condición que otros para intentarlo. Primero porque, al ser nacionalista, probablemente entiende con más amplitud las razones de los que reclaman un sistema de cupo que perjudica a Galicia; segundo, porque, al estar en la misma familia, se hará entender mejor por el resto. Y a estas alturas, y en esos asuntos, la conditio sine qua non es disponer de margen para hablar sin excitarse.
En lo otro, lo de la posibilidad de entenderse con el presidente sobre qué quieren decir cuando hablan de nación, es lo cierto que parece menos importante siempre que dispongan de la capacidad necesaria para hallar un punto de encuentro. Que, además, habrá de ser susceptible de compartir por un tercero, el PP, sin cuyo respaldo además resultará imposible lograr el objetivo principal, que es la reforma del Estatuto. En ese punto no parece del todo razonable que el señor Quintana González insista más en sus diferencias con el PSOE que en sus afinidades: entre otros motivos porque está enviando un mensaje que podría ser utilizado por algunos para dividir, y eso debe evitarse.
¿Eh?
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