Opinión
FERMÍN BOCOS
El problema catalán
El proyecto de nuevo Estatuto ha vuelto a colocar el 'problema catalán' en el centro del escenario político español. Pocos lo han leído pero a nadie deja indiferente. La polarización entre los medios (periódicos y emisoras de radio), ha precedido a la propia de los partidos políticos. Leyendo y escuchando lo que se dice he tenido la impresión de que hay mucho más ruido que cuando el 'lehendakari' Ibarretxe presentó el plan "soberanista" que llevaba su nombre.
También más división que entonces entre las fuerzas políticas.
Es como si "lo de Cataluña" se viera reforzado por el prejuicio -de ida y vuelta- con el que se acoge cuanto viene de Barcelona. Cuando hablo de prejuicio de "ida y vuelta", quiero decir que en igual medida también en Cataluña está muy extendido el recelo a todo lo que viene "de Madrid". Hasta ha sido recuperado el término "austracista", que en el siglo XVIII y en el contexto de la Guerra de Sucesión, designaba a los partidarios del archiduque Carlos frente a los seguidores de Felipe V.
Como cada vez que alguien mira hacia atrás con ira, también en esta ocasión, la pugna política ha sacado a flote lo peor de todos. Si hace unos días un consejero de la Generalidad (Huguet) decía que si no prosperaba el "Estatut" sería la guerra civil -"dicho entre comillas", añadía-, el pasado viernes, en Méjico, José María Aznar, ex presidente del Gobierno, sentenciaba ante un nutrido grupo de empresarios que con el nuevo Estatuto, España iba hacia la"balcanización", deriva que -según su parecer- nos empujaría a "volver a las andadas". Una referencia a la última Guerra Civil que desde cualquier punto de vista, resulta ominosa.
¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí, cuando todavía no se ha secado la tinta de los cien libros -editados dentro y fuera de España- que alaban la Transición? Si la Transición acabó siendo una obra maestra de ingeniería política basada en el consenso -a partir de las diferencias- y en la generosidad, ¿qué es lo que está pasando ahora?
No es pregunta de una sola respuesta. Lo que ha pasado, entre otras cosas, es que el ciudadano Rodríguez Zapatero (cuando no esperaba ganar las elecciones), se comprometió en Barcelona a aceptar lo que viniera del Parlamento de Cataluña; lo que ha pasado es que el Partido Popular no acaba de asumir que está en la oposición y ya se ha olvidado de que Aznar, en su segunda legislatura, se olvidó del Pacto del Majestic (Pujol resignó la reforma del "Estatut"); lo que ha pasado es que CiU fue la más votada pero ya no manda en la Generalidad, circunstancia a la que tampoco se resigna; lo que ha pasado es que quien ahora manda en Cataluña, Pascual Maragall, es hombre hamletiano que 'para más inri' tiene las manos atadas a Esquerra Republicana, grupo tan oportunista como partidario de independizar Cataluña de España.
Y, en fin, lo que ha pasado es que "en Madrid" -para seguir en La Moncloa- el señor Rodríguez Zapatero necesita los diputados del partido que lidera el señor Carod Rovira. El resultado de todo esto es que con ayuda de algún rencoroso pero por obra, sobre todo, de una gavilla de políticos que en unos casos van de sobrados o ambiciosos y en otros no aciertan a disimular que son cortos, tenemos un proyecto de Estatuto que tiene forma de Constitución, pero no es la española. Y ése es el problema porque la gente no habla estos días de otra cosa que no sea del "problema catalán".
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