Opinión

FRANCISCO MURO DE ISCAR

El piso de Pepiño

El pasado fin de semana, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, "Pepiño", organizó un acto en su sede con la ministra de la Vivienda y otros altos cargos para presentar el Plan de Vivienda del Gobierno socialista. La secretaria federal de Política Económica del PSOE, Inmaculada Rodríguez Piñero, afirmó que comprar un piso y encontrar una hipoteca es como lograr una pareja estable. No es la comparación más afortunada, porque, al ritmo que van las hipotecas, casi todas duran más que la pareja. Y, si hablamos de los mal llamados matrimonios homosexuales, la duda se despeja: es más fácil encontrar un piso y una hipoteca, porque, pese a la demanda universal que existía, en los primeros cien días tras la aprobación de la ley, sólo se han unido legalmente cincuenta parejas y sólo otras seiscientas han iniciado los trámites para hacerlo. No tengo los datos, pero sin duda se han vendido muchos más pisos.

Pero donde Pepe Blanco -no confundir con la pareja de Carmen Morell- ha estado inmenso es en su explicación de lo malo que es el PP, al comparar su actitud "insolidaria" ante el Estatuto catalán con una comunidad de vecinos. "El PP -vino a decir Pepiño- es como ese vecino que vive en una comunidad de 17 propietarios y que siempre protesta por todo, que no saluda a nadie, que no paga la comunidad y que se opone a discutir en la junta de vecinos las reformas que, por el cauce legal, ha solicitado hacer en su piso otro vecino".

Un mitin en la sede del PSOE o del PP permite hacer afirmaciones temerarias, pero no es bueno tener que negociar con el PP, como piden desde Felipe González a Chaves, y jugar al sofisma, a la argucia y al artificio, por no decir a la falsedad. El asunto de las reformas en ese piso de la comunidad de 17 vecinos es diferente: un vecino decide hacer una reforma en su casa por su cuenta, saltándose las normas urbanísticas. El presidente, que tiene mucho talante, delega en el secretario, pero cuando le avisan de que hay problemas, sin convocar a la junta, se compromete a aceptar todas las reformas. Y cuando se da cuenta de que esas reformas son inviables y de que el vecino reformista, por ejemplo, no quiere pagar el ascensor porque vive en el primero y dice que ya ha subvencionado bastante a los 16 restantes, empieza a inquietarse. Y como el presidente sabe que necesita el apoyo de los vecinos, pero no quiere decir que se ha equivocado, no sabe qué hacer. Y habla y habla y habla y acusa de insolidaridad a los vecinos...

Yo quiero vecinos que paguen los gastos comunes, que cumplan sus obligaciones solidarias, que apoyen a un vecino en apuros, que sean educados y que no hagan lo que quieran, porque viven en comunidad. Si, además, son simpáticos, mejor que mejor. Esta es una casa, lo ha dicho Pepiño, de diecisiete pisos y no diecisiete chalés independientes.

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