Opinión

CARLOS CARNICERO

La casa por el tejado

La foto del president de la Generalitat con el presidente del Gobierno, en el Palacio de La Moncloa, no ha tranquilizado demasiado, porque lo que se nos pide es un acto de fe sobre supuestos controvertidos entre los dos políticos, de tal forma que si prometen un acuerdo para el futuro Estatuto, la pregunta que se puede formular es por qué no lo consiguieron desde el principio, ya que a ambos se les supone una militancia política compartida.

El otoño caliente es un concepto recurrente de una época del año que en España tiene la maldición de la complejidad y la perversión de la vorágine. Si el Estatut es el pistoletazo de salida para una reivindicación generalizada de las autonomías, el resultado final del puzzle es una incógnita porque se desconoce, incluso, si el material alcanzará para que las piezas puedan configurar un dibujo sólido y estable. ¿Será tan elástica nuestra Constitución para que quepa una cosa y la contraria?

Más de un socialista ha puesto una vela a San Expedito, patrón de las causas imposibles, para ver si pueden caber en un mismo cajón las veleidades de Pasqual Maragall y las convicciones de Manuel Chaves, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y José Bono, por sólo citar a quienes tienen formuladas sólidas convicciones con respecto a la estructuración de España y al carácter de las autonomías.

Naturalmente que al PP no se le puede pedir moderación en un proceso tan delicado, porque si en algo se ha especializado la derecha española es en llevar la tensión al límite cuando el Estado atraviesa por situaciones complejas. No hay más que ver el comportamiento de las huestes de Mariano Rajoy en el avasallamiento organizado de nuestras fronteras africanas.

Con ese panorama, el otoño ya no va a ser caliente, sino una suerte de sismógrafo para detectar terremotos políticos que se sucederán sin un desenlace preciso. Lo que está claro es que si José Luis Rodríguez Zapatero consigue ordenar este proceso y un resultado favorable, será consagrado por la historia, y también es nítido que, si fracasa, va a ser arrollado por los caballos desbocados de la historia que él mismo ha dibujado. El tiempo lo dirá y no parece que haya que esperar mucho.

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