Cuestión de clítoris

Un conocido sociólogo que presta sus servicios en la Comunidad de Madrid le preguntó en una reunión de trabajo a la directora de la Mujer si tenía clítoris. Desconozco el contexto en el que el citado varón le expresó tal curiosidad a la directora y por eso me abstengo de especular sobre su duda. Pero aunque es posible que en las mesas de trabajo en las que se habla de la mujer sea inevitable a veces discutir sobre los clítoris, intuyo que esta vez la cosa no fuera en plan fino. Por eso me extrañó que cuando ayer entrevistaban en la radio a Esperanza Aguirre -ella tan delicada, aristócrata consorte- no sólo no dejara hablar a nadie, como si los manuales de buena educación se le hubieran quedado en casa con el escudo nobiliario, sino que al ser interrogada sobre el incidente del clítoris no se alterara, aunque sólo fuera porque ella a sus subordinados no debería consentirles ordinariez alguna. Diría más: creo que disculpó que en un momento dado de una conversación a alguien se le escape un clítoris por la boca como se le escapa un huevo. Le bastó con decir que no estaba allí, como dijo, y que no puede fiarse de las opiniones de la prensa, como también dijo, con lo que quedó claro que jamás será responsable de nada que no presencie. La directora pudo haberle informado, quizá, pero o no la cree, como le pasa con la prensa, o no se hablan. Eso sí, se resiste a cesar al sociólogo con el argumento de que ella "odia" ciertas opiniones, y como estaba en la SER subrayó lo poco que le gustan algunas opiniones que se vierten allí - "por supuesto", dijo- para añadir después eso que queda tan liberal de que daría la vida porque cada cual exprese como quiera su opinión, clítoris incluidos. Pero mal se puede dar la vida por lo que se odia si odio es lo que yo leo en el diccionario: "Antipatía y aversión hacia alguna persona o cosa cuyo mal se desea".