Opinión
JOSÉ MANUEL PONTE
La coma del estatuto
En "La Vanguardia" de Barcelona he podido leer una entrevista sensacional con el señor Carod Rovira, en la que se explica muy claramente en qué consiste todo ese lío tremendo del estatuto catalán, que a tanta gente preocupa. El periodista le pregunta si en algún momento de la negociación entre los partidos dio por perdida la posibilidad de que la aventura llegara a buen fin, y el líder de Ezquerra Republicana contesta lo siguiente: " El jueves por la noche hubo algún punto en el que me parecía que todo se acababa, pero se resolvió la situación porque incluimos una coma en el lugar oportuno. Fue fantástico". No dice el señor Carod Rovira en que lugar se colocó esa coma salvadora, pero obligadamente debió de ser en algún párrafo sustancial del extenso articulado, por cuanto ha provocado una conmoción política enorme, prácticamente un terremoto. Todos sabemos que un texto puede cambiar radicalmente de sentido según donde esté colocada una coma y hasta hubo pleitos muy señalados que se decidieron por ese simple detalle. Pero, nunca imaginamos que un entero proyecto de ley -que intenta regular además asuntos tan importantes como el concepto de nación, la organización territorial de un Estado, la financiación de los entes autónomos, la lengua, la cultura, la educación, y el sistema fiscal -pudiera depender de un signo ortográfico, tan modesto. Si las cosas son como ha dicho el señor Carod Rovira hemos de llegar a dos conclusiones. Una, que el estatuto catalán ha sido fruto de la improvisación y de un acuerdo de última hora para salvar el ridículo de varios meses de reuniones estériles entre los partidos. Y dos, que el texto está tan chapuceramente redactado que una sola coma puede hacerlo variar de sentido en su totalidad. Por tanto, sobran todos esos comentarios apocalípticos sobre la destrucción inminente de la Patria común, sobre la caída de la Monarquía, la llegada de la III Republica, y la balcanización de España. El único problema que tenemos ahora es encontrar esa coma de la que habla el señor Carod Rovira y cambiarla otra vez de sitio durante el tramite de su discusión en las Cortes. Nada de suprimir artículos, enmendar párrafos y, en definitiva, mutilar irreparablemente un texto que ha sido apoyado por abrumadora mayoría de toda la clase política catalana. Eso podría entenderse en Cataluña como un agravio, y se le daría casi el mismo carácter de afrenta que a una derrota del Barça en el Santiago Bernabeu, con ayudas arbitrales de por medio, goles anulados y penaltis injustos. Encargue, pues, el gobierno de Zapatero la búsqueda y captura de esa coma a un grupo de juristas y gramáticos eminentes y ,una vez detectada, dé la orden de suprimirla o cambiarla de sitio. De un modo parecido a como se procede con la desactivación de las bombas antes de que exploten. Y una vez conseguida su neutralización apruébese el texto completo tal y como viene. Ya no será peligroso. ¡Hay que ver lo que vale una coma!
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