Opinión

PABLO LÓPEZ

La censura malaya

Va camino este Concello, que a tantas hazañas nos tiene acostumbrados, de lograr la plusmarca mundial del coñazo con la dichosa moción de censura. Año y medio se cumple desde que se empezó a sopesar el desalojo de la alcaldesa por la vía rápida, y año y medio queda en el que, recurrentemente, se le seguirá dando vueltas al asunto. Que sí, que tal vez, que depende de ti, que depende de mí... Una tortura; una gota malaya que día sí, día también suscita análisis, estrategias y conspiraciones, mientras el mandato avanza sin que su Gran Tema de Conversación se materialice.

Dejémonos de tonterías. Las mociones de censura son como las denuncias: no se amenazan, se presentan. Y ésta de Vigo requiere catorce firmas que los antiguos socios no reunirán ni hartos de flores. No porque la alcaldesa lo haya hecho fenomenal, sino porque no se soportan, así que ya pueden irse Mariño, Olveira y el alguacil municipal, que como no haya una dimisión en cadena y salten las listas hasta sus puestos más profundos, aquí hay gobierno del PP hasta 2007. Que hubiera contado hasta diez el ex alcalde antes de fulminar a medio gobierno, o que lo hubieran hecho sus ex socios antes de exigirle la dimisión a cambio de la Diputación de A Coruña. (Lo que el PSOE, gustosamente, aceptó).

Sabido es que el urbanismo es una, y no la menor, de las abismales diferencias que separan a tan íntimos enemigos. Pero no deja de tener su gracia que Touriño condicione la reconciliación a la renuncia al Plan General, cuando él aupó al mentor del proyecto, Daniel Pino, al número dos de la Consellería de Vivenda. O no controla a sus altos cargos, o sólo pretende prolongar nuestra agonía.

pablolopez@farodevigo.es

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