Pues la verdad es que, tal como está el patio, no estaría de más que alguien, desde la Xunta, ampliase un poco qué se quiere decir cuando -al explicar la posición gallega en materia sanitaria- se empieza por reclamar más capacidad impositiva para resolver mejor el problema. Porque expuesto así, sin matices, parece una música que ni siquiera don José María Aznar -a quien en el fondo le importaba un rábano la opinión pública- osó proponer a la orquesta: la melodía del copago. Y que no aparece ni en el programa de gobierno ni en el electoral de los dos socios que lo integran.

Puor si muove. Es decir, aún así se habla de una mayor capacidad para establecer impuestos con el fin de dotar al caudal financiero sanitario de una mayor liquidez. No se entró todavía en el detalle de qué tipo de recargo se propondría ni sobre qué se aplicaría, pero si hay una cosa que saben los ciudadanos es que en cuanto se empieza a hablar de crear un impuesto o aumentar el existente es que la decisión está tomada y que lo único que hay que fijar es la fecha y la excusa. ¿Y el programa? Pues como en el chiste: bien, gracias.

Dicho eso, que está en la piel de los contribuyentes, parece lógico, e incluso necesario, añadir un par de reflexiones. La primera para insistir en que hay determinados efectos colaterales que un sistema sanitario público, universal y gratuito genera por sí mismo: uno es el de las listas de espera y otro el del déficit crónico. Para eliminarlos no se precisan fórmulas demasiado sofisticadas: o se reduce la población acogida al sistema o se aumentan los recursos; lo primero no es posible, de ahí que sólo quede lo segundo. Punto.

En el medio, que en este caso no alberga la verdad, están algunos observadores que, entre ingenuos y demagogos, aseguran que hay salida mediante una gestión más eficaz. Lo que es sólo una verdad a medias y, por tanto y según se emplee, una mentira doble: esa gestión es imprescindible para que la sanidad pública pueda sobrevivir, pero ya no es suficiente: o se le aportan más medios -resumidos en una palabra: dinero- o el invento terminará por derrumbarse más tarde o más temprano. El resto son farrapos de gaitas.

La conclusión, y de algún modo también la moraleja, no puede ser más evidente: hay que incrementar los recursos destinados a la salud pública, y por tanto habrá que modificar el sistema impositivo o cobrar por determinadas actuaciones, farmacéuticas, médicas o ambas a la vez. Eso es así de cruel, pero así de cierto: la tarea de los gobiernos ha de consistir en escoger el camino que menos perjudique, y explicarlo bien, y la de la oposición en dejarse de demagogias y colaborar desde la crítica. Aunque haya de olvidar el maltrato que recibió en su día de quienes hoy están en la misión de decidir. Ya lo dijeron los franceses: c´est la vie.

¿No...?