Leo en la prensa que Jorge Farrás Moirón ha sido reelegido presidente de la Asociación de Almacenistas de Hierros de España, denominación imponente que debe medir en toneladas el volumen de lo que se guarda en el almacén. Y requiere de grúas enormes para moverlo. En una primera lectura, la palabra almacenista siempre nos sugiere -no sé bien porqué- una actividad relacionado con el depósito y distribución de pequeñas partidas de vino, aceite, jabón, conservas, bebidas refrescantes o lencería; es decir de productos relacionados con el consumo doméstico. Hemos conocido muchos almacenistas de barrio, y no precisaban más que de una camioneta, o de una carretilla de mano, para transportar la mercancía que entraba, o salía, por el portón de su establecimiento. Los almacenistas son gente tranquila y acostumbrada a medir a ojo, con gran precisión, pesos y longitudes " Eso no cabe ahí" sentencia un almacenista y es raro que se equivoque. Siendo niño, yo me maravillaba de cómo dirigían la maniobra de los camiones para que entraran marcha atrás por unas aberturas angostas, en las que apenas había unos centímetros de distancia entre el marco de la puerta y la caja. El conductor se limitaba a seguir las ordenes sin rechistar. "Derecha, izquierda, adelante, atrás todo...", le gritaban, y el camión entraba en el interior del almacén con la misma facilidad que un caracol en su concha. ¿Quién conoce mejor las dimensiones de su almacén que un almacenista? Pero, serlo de hierros y aceros, como Jorge Farras ya es otra cosa, porque tiene mucho que ver con las grandes magnitudes económicas, con la industria y con la construcción, el gran motor del desarrollo español. Dice Farrás que " en Europa están asombrados viendo los consumos de acero que tenemos en construcción, gracias en gran parte a las ayudas comunitarias". Ahora bien, nos advierte, " si dejamos de ser receptores de ese dinero y pasamos a ser contribuyentes netos, a ver qué nos queda para hacer grandes obras publicas". Es decir que, hemos hecho una apuesta arriesgada por un tipo de desarrollo con el dinero que nos daban los europeos. Yo me creo lo que dice Farrás, que me parece un hombre inteligente y conocedor de la materia. Deduzco, por sus apellidos y por la cara de listo que tiene, que debe de ser hermano de Pepe Farrás, el gran capitán de los juegos de mi niñez en Luarca. Recuerdo que él organizaba los torneos de fútbol, al frente del equipo del barrio del Pilarín, las peleas con espadas de madera por los callejones del pueblo, las excursiones al campo de San Timoteo, los baños en pelota en el río Negro, los concursos de pesca de panchos y de anguilas, y cualquier otra cosa que supusiese diversión. Apenas volví a verlo desde entonces, pero me alegra saber que sigue bien y atento a lo que pasa, como su hermano. Me cuenta mi primo Álvaro Mittelbrunn que Farrás es el organizador de los famosos partidos de fútbol en la playa, que en Luarca llaman al "cuadrín", porque se juega dentro de unos límites marcados sobre la arena. José Maria García, el de la radio, presumía de ser un atleta destacado en esa especialidad. Le iba bien, por su tamaño.