A sí que, revisado con un poco de atención cuanto dice en este periódico la señora conselleira, no parece que pueda argumentarse en contra de su tesis principal. Al menos desde la lógica que emplea doña María José y que -resumida- establece que las cosas han de ordenarse de tal modo que el conjunto tenga sentido, sirva para cumplir los objetivos y que éstos, en definitiva, consistan en lograr el mejor beneficio posible para el mayor número de ciudadanos. Y a partir de ahí se pueden hacer todas las cábalas que se quieran, pero lo que es, es.

Dicho eso, procede añadir que su señoría acierta no sólo en el talante con el que se aproxima a la realidad actual y desde el que opina sobre su génesis, sino en el tono con el que apunta las cosas que le disgustan. Y también en éstas es difícil la discrepancia: cuando señala al transporte público como una deuda pendiente tiene razón, y más aún al indicar que su desarrollo, por ferrocarril y carretera, contribuirá a paliar algunos problemas agudos y a sentar las bases para resolverlos en el futuro. Eso creen muchos aquí, y no todos militan en el mismo bando.

A partir de ahí es opinable, y desde luego discutible -aunque también lógica- la confianza que doña María José demuestra en la futura sintonía entre los gobiernos de Madrid y de Santiago cara a obtener éste lo que necesita y otorgar aquel lo que se le pida. Y no es que se sospeche mala intención en alguna de las partes, sino sólo la aplicación del mismo criterio que defiende la conselleira gallega: racionalizar el gasto en función de las necesidades; y como éstas son muchas y la disponibilidad no, la selección es inevitable y el riesgo de no recibir lo que se reclama, grande.

Es por eso por lo que -sin discutir sino todo lo contrario- la lógica de la señora conselleira, alguien debería recordarle que en la vida pública el sentido común debe aplicarse con un factor que permita considerar circunstancias subjetivas -o al menos poco objetivables- pero que cuentan en la vida ordinaria. Es lo que los latinos definían cuando consideraban que la Justicia, en el sentido más profundo, consiste en suum cuique tribuere, dar a cada uno lo suyo. Aunque a veces haya que realizar juegos malabares con la inversión: a eso se le llama también política.

En el fondo -y doña María José Caride lo sabe, porque conoce la materia sobre la que trabaja-, ése es el argumento que permite, que le permitirá a ella, defender la justicia -y por tanto la necesidad de que se haga- de las reivindicaciones gallegas en Madrid frente a otras que también se tienen por legítimas y urgentes desde la óptica de quienes las plantean. La pugna por ocupar un lugar de salida en la lista de prioridades será durísima en los Presupuestos de 2006, y sólo se podrá obtener buena parte de lo que se quiere con la convicción de que es a lo que se tiene derecho.

Eso, que se necesitará al pedir, habrá de aplicarse al dar, o sea, al decidir en Galicia quién irá primero y quién después en la inversión. Eso será ordenar bien: como dice la conselleira, con lógica. Y con justicia.

¿Verdad...?