Finalmente, resultó que la pistola de grandes dimensiones que portaba y mostraba, y con cuya 'autoridad' pretendía 'poner orden' entre los partidarios y contrarios de los guardias civiles de Roquetas, era una pistola de fogueo. El individuo, un descamisado amenazante y ridículo, también parece que era de fogueo, y todo ha quedado en que 'el del pistolón' haya tenido sus diez minutos de gloria y haya llegado a ser 'la estrella' de muchas primeras páginas de diarios. Ya daba igual que fuera de los contrarios o de los partidarios de la actuación de la Guardia Civil de Roquetas.

La noticia era que, con la camisa abierta y el gesto de quien lo va a resolver todo con unos cuantos tiros, se echa a la calle agitada de un pueblo convulso porque le han matado a un ciudadano en "unas diligencias de la autoridad", como antes se decía a esta clase de trámites, que, como mucho, se sintetizaban en que "el detenido había sido hábilmente interrogado por los guardias".

¿Cuántos abusos de autoridad guardan las paredes de las casas cuartel, tal vez cuántas muertes por infarto que no lo fueron? La duda ha movido al mismísimo ministro Alonso a preguntar por las muertes producidas en cada uno de los cuartelillos de la Guardia Civil desde 1996, sus circunstancias y las pertinentes legales. De entrada, la pregunta debiera resultar molesta y hasta inaceptable para los propios agentes del orden, pero episodios como el conocido 'en pequeñas dosis', las suspicacias que ha suscitado, la clara división de opiniones producida, todo impulsa a reclamar mayores niveles de exigencia y a no dar por buena, sin más, la conducta general de los agentes y de algunos de sus mandos, a menudo ensoberbecidos y prepotentes por la utilización de uniformes y armas de fuego.

Lo de Roquetas ya es bastante más que un incidente del verano. A unos les mueve a plantear la duda de si el director general amigo de Bono es la persona adecuada para tal cargo. Otros replantean la cuestión de si procede mantener un cuerpo de uniformados a caballo entre civiles y militares, del que han salido elementos tan escasamente ejemplares como Luis Roldán, Tejero y este teniente que ahora ve enterrado su curriculum 'brillante' en un oscuro episodio de empleo de armas no reglamentarias por la autoridad encargada de autorizar permisos de caza. Parece, en todo caso, que falta autoridad moral, y que bienvenida sea una historia que fuerza a remover otros viejos expedientes acaso cerrados con la etiqueta de infarto de miocardio y que sacan a la calle a personajes tan estrafalarios como el descamisado del pistolón de fogueo.