La Alianza que propuso José Luis Rodríguez Zapatero y que se va abriendo camino desde sus atrevimientos, cuando la intentaron ridiculizar desde el PP, no es otra cosa que el entendimiento de tiempos disímiles en el desarrollo cultural de distintas sociedades. La herencia colonial, la formación de los estados modernos en Occidente y el desarrollo ideológico, religioso y cultural del Islam han abierto surcos que hay que cerrar para que los caminos entre esas dos formas de entender la sociedad sean transitables.

El primer enemigo de la Alianza de las Civilizaciones es el 'euronarcisismo', entendiendo que no se pueden exportar realidades que no son homologables en su esencia. Es cierto que los valores básicos de la democracia y de lo que se ha configurado como Estado de Derecho es el barómetro y la brújula de un norte, en donde los Derechos Humanos sean respetados en todas las latitudes y no pueda haber factores de 'fatalismo geográfico' que haga que las garantías de los ciudadanos no alcancen el mínimo para ser consideradas asimilables. Pero no se puede escoger a la carta las exigencias y negar las posibilidades de desarrollo de los derechos.

La prepotencia, la desigualdad económica y la pobreza son los principales obstáculos para que los tiempos sean equiparables y la modernización de las sociedades pueda hacerse desde parámetros de convencimiento y no de imposición.

Lo que el terrorismo de origen islamista ha evidenciado no es otra cosa que la existencia de ese abismo de injusticia como caladero de un fanatismo que se alimenta con cada equivocación y cada nueva iniquidad que se promueve desde este mundo desigual en el que las diferencias aumentan conforme la riqueza debiera ser mejor repartida, aunque sólo fuera porque cada vez el mundo es capaz de producir más y mejor.

Lo que fue una propuesta que no se quiso tomar en serio desde los bancos de la oposición, encuentra eco cada vez más rotundo en un occidente que no encuentra caminos distintos del entendimiento para hacer frente a la raíz de ese mal, que es el terrorismo islamista, y que pretende, precisamente, socavar los cimientos de nuestra forma de vida. De momento se les tienen que estar helando la sonrisa a quienes fueron tan frívolos de ni siquiera leerse la letra pequeña de la propuesta.