Adiaratou Iglesias e Iván Cano permitieron que España volviese a la senda de las medallas con la conquista de dos platas en el atletismo de los Juegos Paralímpicos de Tokio, en los 400 metros y en el salto de longitud de la clase T13 (discapacidad visual), permitiendo a la delegación nacional alcanzar los 35 metales en la cita.

Desirée Vila, durante la carrera. | // M. HELSING

Adiaratou Iglesias se convirtió en la primera atleta del equipo en tener dos metales. La atleta nacida en Mali y afincada en Lugo afrontaba la final de los 400 metros T13 con la segunda mejor marca de las finalistas y con la ‘tranquilidad’ de no haber fallado en los 100 metros, donde era la favorita. Velocista pura, a Iglesias le costó algo más esta segunda prueba, pero siempre estuvo posicionada para subir al podio.

Iglesias, de 22 años, se repuso enseguida de una mala salida y demostró tener en sus piernas unos potentes 300 metros que le permitieron remontar y llegar a la recta final en disposición de pelearle el oro a la azerbaiyana Lamila Valiyeva, a la que batió por escaso margen en el hectómetro.

Sin embargo, como ella misma reconoció posteriormente, la española aún no controla excesivamente bien los esfuerzos que requiere el 400 y el ácido láctico le impidió tener un golpe más para inquietar a su rival, que se impuso con nuevo récord paralímpico, 55.00, por los 55.53 de Iglesias, que pese a todo logró nueva mejor marca personal.

“Estoy empezando en el 400 y el ritmo no lo llevo muy bien. En los últimos 80 metros he empezado a sentir el ácido láctico y me pesaba todo el cuerpo y he intentado luchar hasta el final, creo que lo he hecho bastante bien y he llegado con la sensación de haberlo dado todo”, reconoció. La velocista se tuvo que “tumbar y todo” por el esfuerzo al cruzar la meta: “El 400 es una prueba muy complicada y se necesita más trabajo de distancia muy larga. Yo no conocía a la azerbaiyana, no sé si es más de 400 o de 200, pero soy más de 100 y 200 y este año me he visto en un poco de aprieto para trabajar el 400. Normalmente lo trabajo un poco pero hace falta más competición, el trabajo del ácido láctico”.

“Estoy muy contenta. Venía de primera en el ranking, pero no siempre muestra cómo está la gente en realidad. De hecho, la azerbaiyana no aparecía con esas marcas reales. La única idea que tenía era coger una medalla en el 100 porque es una de mis pruebas, en el 400 venía a ver lo que pasaba. Sabía que iba a estar entre las tres primeras, pero era un poco imprevisto”, añadió la campeona del hectómetro.

Además, rebajó en dos ocasiones su marca personal. “Me dijo mi entrenador que en las series fuésemos a buscar mi marca porque sabía que iba a estar entre las tres primeras y que mi objetivo fuera buscar una buena marca, posicionarme bien y luchar hasta el final”, apuntó.

“Ahora mismo no tengo palabras. Ni siquiera he celebrado tanto la del 100 porque no quería desmadrarme porque eran muchas emociones. Me he reservado, me he contenido un poco. Y ahora como ya no tengo ninguna prueba más, me soltaré y empezaré a entender realmente lo que he hecho. Son dos medallas, palabras mayores y espero valorarlo como se merece. Estoy supercontenta ahora mismo y superfeliz de haberlo hecho”, sentenció.

La jornada en el atletismo la completó Desirée Vila, que no pudo clasificarse para la final de los 100 metros de la clase T63 (discapacidad física). Su preparación se había enfocado más hacia el salto de longitud, prueba en la que había quedado sexta. De todas formas, la gondomareña, en su debut en los Juegos, firmó un crono de 16.84, mejorando en cinco centésimas su mejor marca personal. Vila confirma así su excelente progresión en un deporte que solo lleva un puñado de años practicando, lo que permite augurar nuevas presencias paralímpicas y éxitos.