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Plata de ley para Iván Villar

Iván Villar con su medalla olímpica de plata, ayer en Tokio. Cedida.

El lugar de Espiñeira hace pleno y sus olímpicos en Tokio, criados con vistas a la ría de Aldán, regresan a casa con dos platas colgadas al cuello. Tras la de Teresa Portela, Iván Villar amplió ayer el medallero particular de Cangas. Con tan solo 24 años, se hizo con el metal tras estar convocado como portero de la selección olímpica de fútbol. Villar no jugó minutos, pero formó parte activa del grupo. Todo el entorno del cangués coincide en que la medalla es el resultado del trabajo de un niño que se adentró en el fútbol y cuya trayectoria no ha parado de crecer gracias a su esfuerzo.

Los orígenes de esta medalla tienen su epicentro en el campo de San Amaro, en Aldán. Allí Iván Villar se puso los guantes por primera vez y empezó a jugar como benjamín en el Rápido Bahía. Aquel niño seguramente no imaginaba lo que el futuro le tenía preparado. La siguiente pieza del puzle encaja en uno de los torneos que cada año organizaba el club. Fueron muchos los equipos invitados, entre ellos el Celta, con Toni Otero trabajando para las categorías bases. Aunque era una competición de alevines e Iván todavía era benjamín, eso no le impidió sobresalir. “Paró cinco penaltis e hizo un partidazo”, recuerda Carlos Bacelar, presidente del Bahía en aquella época.

Iván Villar, a la izquierda, con uno de sus compañeros en el Bahía.

Iván Villar, a la izquierda, con uno de sus compañeros en el Bahía. Archivo.

El impecable juego en la portería de Villar no pasó desapercibido tampoco para Toni Otero, que recuerda aquel día como si fuera ayer. “Hizo un gran torneo y no dudé en pedirle al presidente y a la familia llevarlo para A Madroa”. Carlos Bacelar tampoco tuvo que pensárselo. “No se puede frenar la trayectoria de un niño, tienes que dejarlo ir para un equipo donde tendrá más futuro”, explica.

Así fue el inicio de la relación de Villar con el Celta, club al que sigue perteneciendo a día de hoy. En su primer contacto con el conjunto celeste, todavía no había equipo de benjamines. Villar se pasó un año entrenando hasta poder jugar con los alevines. Era el propio Otero el que lo llevaba desde Cangas hasta Vigo. Año tras año, Villar forjó su trayectoria en el Celta, hasta llegar a debutar en mayo de 2017 con el primer equipo, cuando todavía formaba parte del filial.

Iván Villar, primero por la izquierda en la fila superior, en sus inicios en el Celta. Cedida.

La última temporada, el guardameta obtuvo grandes resultados con 21 partidos como titular, que lo han llevado a la selección olímpica. El apoyo de su núcleo más próximo fue también fundamental. Toni Otero recordaba el empeño de su hermano para que Iván creciera futbolísticamente. La familia vivía ayer con nervios la final, pero con un gran orgullo por poder ver a Iván formando parte de la selección olímpica y trayéndose la medalla de plata para casa.

“¿Qué voy a decir yo de Iván Villar?” respondía minutos antes de la final Carlos Bacelar. Le sobran las palabras de orgullo, de ver cómo aquel niño y sus guantes crecieron hasta estar convocado con la selección olímpica. Carlos mantiene una relación magnífica con Iván quince años después. Prueba de ello es que a los pocos minutos del final del partido ya tenía una foto de la medalla en su teléfono. La misma satisfacción comparte Otero.

Iván Villar, segundo por la derecha en la fila superior, en sus inicios en el Rápido Bahía de Aldán. Cedida.

Ambos apuntan la transformación que vive Villar en el campo, pasando de ser una persona tímida a un portero al que le gusta mandar entre los tres palos. “Es maduro para su edad, tranquilo y con la cabeza bien amueblada”, apunta Otero. “Una vez en el campo, le gusta hablar y dirigir”, completa Bacelar.

Estas dos figuras, claves para la formación de Iván Villar, reconocen que es un portero al que el futuro le continuará brindando oportunidades.

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