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Germade, viento de popa para el equipo

Germade, a la izquierda, en sus inicios junto a su compañero de K2 Iñigo Peña Archivo familiar

El camino del cangués Rodrigo Germade hasta la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Tokio no ha sido sencillo. En más de una ocasión estuvo a punto de abandonar el deporte del piragüismo, pero unas veces con el apoyo de la familia y otras con los pequeños retos de sus técnicos acabó encontrando de nuevo la motivación y el ansia necesaria para volver a subirse al kayak. Una embarcación a la que se subió cuando tenía entre 7 y 8 años y por la que finalmente abandonó el resto de deportes que practicaba de pequeño, como el tenis, el atletismo o incluso el fútbol, donde llegó a formar parte de las categorías inferiores del Alondras. El suyo es, sobre todo, el triunfo de la polivalencia y del sacrificio por el equipo. Donde más ha brillado siempre es en los barcos de conjunto, ya sea el K2 o el K4. “Soy rápido, pero no soy el más rápido. No soy el mejor en los 500 metros, pero lo hago bien. Soy polivalente y se me dan bien los barcos de equipo”, decía a FARO apenas un mes antes del inicio de las olimpiadas. Se podría decir que es el viento de popa que, desde el cuarto asiento del barco, contribuye a que el ritmo y la fuerza no baje.

El palista cangués en una prueba individual. Archivo familiar

La polémica de los últimos meses sobre la composición de la tripulación que competiría en Tokio enturbió el ambiente sobre la que era desde el principio una de las apuestas seguras de la delegación española. Aún así, cangués se mostró siempre tranquilo y confiado. “No tengo nada que ocultar”, le transmitió a su familia. “La verdad es que no se lo tomó muy a pecho, decidió esperar y aguantar el chaparrón porque tenía muy claro que no hubo ninguna preferencia”, contaban ayer sus padres desde el domicilio familiar, en la parroquia de Darbo.

El piragüismo es el deporte que ha colocado a Cangas en el mapa olímpico gracias a David Cal, Teresa Portela y Carlos Pérez “Perucho”. Pero a diferencia de ellos Germade no comenzó en la prolífica ría de Aldán, sino en el Náutico Rodeira de la mano de José Valladares. “De pequeño era un niño callado y reservado, aunque también un poco travieso. Valladares supo llevarlo y al final acabó centrándose en el piragüismo”, cuenta su padre, José. Hubo una época, en alevines, en la que sus entrenadores lo inscribían con la ficha de otro compañero para competir con niños mayores que él y a los que ya ganaba. Luego pasó por O Breogán de O Grove, Piragüismo Aldán, además de estar en el Centro de Tecnificación Deportiva (CTD) y en la residencia Joaquín Blume. “Me acuerdo que hubo una persona en el Breogán que nos dijo: ‘Este chaval si no se despista llegará a unas olimpiadas’. Y así fue”, recordaba ayer el padre.

José Germade tuvo que ver muchos de los éxitos de su hijo embarcado en alta mar –era oficial de máquinas–, pero recuerda alguno de los momentos clave. Como cuando después de una estancia en Tui se planteó dejar el deporte. “Estaba llorando y desesperado. Tenía la sensación de que lo querían dejar de lado. Al final vino a casa y recapacitó. Recuerdo que le dije que si quería dejarlo no pasaba nada, que cogiese los libros y que podía estudiar”, contaba ayer.

Archivo familiar En lo más alto del podio en una competición, segundo por la derecha.

La otra gran crisis llegó después de los Juegos de Río en 2016, en la que el K-4 español se quedó a las puertas de la medalla. “Tenían opciones de hacer algo. Aún no sabemos qué pasó, pero algo ocurrió”, cuentan sus padres, que en aquel momento estaban en la ciudad brasileña con él. El propio Rodrigo Germade admitía más tarde que después de aquellas olimpiadas se trajo desde Madrid a su casa de Cangas todas las piragüas y sentía que su carrera deportiva había llegado a su fin.

La figura del que entonces era su entrenador, Luis Brasero, fue crucial para que el cangués volviese a recapacitar y se embarcase de nuevo en el kayak. El hecho de que el K4-500 metros pasase a ser prueba olímpica fue clave. El pacto era que si se clasificaba para el Mundial de 2017 en Racice (Chequia) seguiría sobre la piragua. Al final no solo se clasificó, sino que se colgó el oro el K2 y la plata en el K4. Con el K4 volvería a repetir la plata en 2018 y 2019 en Portugal y Hungría. Y de ahí a los Juegos Olímpicos de Tokio, un camino durante el que Rodrigo Germade y el K4 español alcanzaron la madurez definitiva en todos los aspectos. “Su pareja [Carlota Pampín, que fue nadadora y con la que tiene una hija pequeña] le ha ayudado mucho. Ha sido un apoyo clave para él, le ayudó a centrarse y a estar tranquilo”, afirma su familia.

En la formación del K4 Germade encontró su lugar natural. “Es una persona que compite mejor en equipo, controla mejor la presión y es capaz de dar todo lo mejor de sí”, cuentan sus padres, que vivieron la final de la pasada madrugada con una mezcla de emoción y nerviosismo. “Ganar el oro era muy difícil, pero estuvieron hasta el final y la diferencia fue de apenas nada. Lo hicieron muy bien y estamos muy orgullosos. Solo el hecho de estar en unas olimpiadas es un logro porque no todo el mundo puede ir y si además ganas una medalla, por la que llevas luchando toda la vida, es increíble”, añaden.

Parece que Germade se tomará unos días de descanso, pero no muchos. Su intención es volver a subirse al kayak con su compañero Marcus Cooper para preparar el selectivo que da derecho a acudir al Campeonato del Mundo de Dinamarca, que se celebra del 16 al 19 de septiembre. Y desde ahí todo parece indicar que pondrá rumbo París 2024.

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