“Ya estoy pensando en la siguiente” dice en medio de esa felicidad que desborda y que contagia a cualquiera que la escucha. Ana Peleteiro se siente a gusto en esa nube que acompaña al triunfo y que ella no acaba de creerse. Ayer regresó al estadio olímpico de Tokio para recibir la medalla de bronce y que da continuidad a unos años en los que ha convertido en una costumbre subirse al podio de las grandes competiciones internacionales. Un territorio que parecía vedado para ella en 2016 cuando su vida era un absoluto desorden. Pero desde que se integró en el grupo de trabajo de Iván Pedroso fueron apagándose poco a poco aquellas voces que susurraban que no tenía solución. En 2018, después de un séptimo puesto en el Mundial de Londres, Ana Peleteiro convirtió en una costumbre regresar con una medalla en la maleta. Ese año consiguió la medalla de bronce en el Mundial en pista cubierta de Birmingham y en el Europeo de Berlín. Un regreso ilusionante para quien a nivel internacional solo podría presumir de aquel Mundial sub20 que ganó siendo aún junior. En 2019 llegó el oro en el Europeo en pista cubierta de Glasgow y un sexto puesto en el Mundial de Doha donde acusó los problemas físicos que había arrastrado en las semanas anteriores. Pero ya estaba donde quería. Más de dos años de trabajo serio habían devuelto su mejor versión, algo que se demostró este año con la plata en el Europeo en pista cubierta de Torun y finalmente con el bronce en los Juegos Olímpicos. Su definitiva confirmación en la realeza del triple salto mundial.

Ana Peleteiro ha llegado para quedarse: “Ahora ya sé competir” dice medio en broma, medio en serio. Una frase que esconde muchas cosas, un mensaje de autoafirmación, pero también dirigido a quienes durante mucho tiempo recurrieron a ese argumento para felicitarse de sus errores. Porque la victoria engancha y eso es lo que transmitió ayer la gallega, convencida de prolongar todo lo posible este ciclo exitoso de su carrera deportiva. Ya siente que ese es su lugar, que su mente tiene que estar en alcanzar los 15 metros (el domingo ganó el bronce con su mejor salto de 14,87) y que su meta es convertir en una rutina subirse al podio, por muy complicado que sea.

Quiere avanzar poco a poco, sin marcarse retos imposibles. Ayer le preguntaban por Yulimar Rojas, por si alguna vez se veía superando a su compañera de entrenamientos. Peleteiro demuestra entonces que tiene los pies en el suelo y aleja de ella tentaciones absurdas: “Yuli es Godzilla y yo soy...un chihuahua. Aunque puedo ser igual de peligrosa, pero ni de cerca puedo pensar ahora mismo en estar a su nivel o en superar su marca. Hay que ser realista y coherente”.

“Voy a seguir entrenando para cada día estar más cerca y que le tiemblen las piernas. Quiero ser mi mejor versión y si me llega para alcanzar otra medalla de otro color en otro momento bien, porque haber ganado aquí no significa que en otros Juegos gane. Si los Juegos Olímpicos de Tokio hubieran sido el año pasado no hubiera estado en la final seguramente”, confesó la gallega.

La atleta de Ribeira, exultante tras su medalla de bronce, sigue sin creerse lo que hizo: “No me lo creo. Me he dejado un riñón en la pista y tengo que ir a recogerlo. No soy consciente de cómo fue la competición”. “La medalla es lo más, pero conociéndome quiero más. Es la ración perfecta de gominolas para dar a un niño. pero me quedo con hambre. No me conformo con nada, este bronce me deja con ganas de más”, comentó Peleteiro, que desveló que cuando recogió su medalla se emocionó porque vio en la misma bandeja la de oro.

“A lo que aspira cualquier deportista es a ser campeón olímpico. Nada es imposible y si trabajas duro todo puede llegar. Vine a este mundo a hacer grandes cosas. No sabía en qué, pero he encontrado mi lugar”, concluyó. Ese lugar es el podio, el sitio que no pisó durante años y del que ahora no tiene intención de bajarse.