Desde que dio un paso al lado en la final por equipos y explicó que renunciaba al concurso completo por equipos e individual para priorizar su salud mental, había la incertidumbre de saber si Simone Biles volvería a competir en Tokio. La gimnasta norteamericana, llamada a ser la gran estrella de los Juegos Olímpicos y que pasará a la historia por un gesto que ha ayudado a la salud mental a salir del armario, había ido renunciando también a las finales individuales de salto, barras asimétricas y suelo. Pero finalmente se inscribió para la última, la de esta mañana (10.50) de barra de equilibrio, un aparato en el que es la vigente campeona del mundo y se colgó el bronce olímpico en los Juegos de Río.

“Debemos proteger nuestros cuerpos y nuestras mentes y no salir ahí a hacer lo que el mundo quiere de nosotros”, explicó Biles sobre su retirada temporal. “De verdad siento que llevo a veces el peso del mundo sobre mis hombros. Sé que a veces parece que la presión no me afecta, pero a veces, maldita sea, es duro”. Simone notó en el ejercicio de salto de potro una pérdida de confianza, afectada por la presión y un problema de “pérdida de figura”, o pérdida de referencia en el espacio, que la pone en peligro en las acrobacias.

La propia gimnasta compartió la semana pasada en su Instagram vídeos de sus entrenamientos en los que se la veía caer sobre las colchonetas de espaldas, para evidenciar el riesgo que suponía competir en esas condiciones no solo para su salud mental sino también física.

Tras descartar la final de asimétricas el domingo porque aún no se veía con fuerza, decidió apuntarse en la de barra de equilibrios, donde hay menos giros que en suelo o salto, dos de las tres finales a las que renunció.

Su inscripción este lunes en la última final despertó la euforia en su selección. “Estamos muy emocionados de confirmar que veréis a dos atletas estadounidenses en la final de la viga de equilibrio mañana: ¡Sunisa Lee y Simone Biles! ¡No podemos esperar a verlas a ambas!”, anunció la federación estadounidense, una semana después de tener que anunciar la renuncia temporal de su estrella.

Siguiendo los pasos de Andrés Iniesta y Michael Phelps, entre otros, su confesión contribuyó a resquebrajar el tabú de la salud mental en el deporte. Porque cuando alguien se rompe la rodilla o un pie no tiene problema en decirlo pero cuesta más hablar de ansiedad, depresión o adicciones, como si reconocerlo sea una debilidad cuando es un ejercicio de valentía. Además de ser el primer paso para la sanación. Simone, que puso puesto el foco en este aspecto abriendo el debate sobre la presión que reciben los deportistas y cómo gestionarla, se volverá a poner hoy bajo los focos.

Biles, lejos de esconderse o recluirse, ha acompañado a sus compañeras en todas las finales, animándolas como una fan más desde la gradas. “Está manejando todo mejor de lo que pensaba, todos los días se ríe con nosotras, nos anima. Tal vez sea diferente una vez que llegue a casa, pero a la vista de como está a nuestro lado, probablemente va a competir, lo está intentando”, había adelantado ya el domingo Mykayla Skinner después de su segundo la final de salto. Simone la había jaleado, igual hizo ayer con Jade Carey, su heredera de la corona en suelo.

Biles, que a sus 24 años suma cuatro oros y un bronce en Río y la plata por equipos cosechada en Tokio, podrá despedirse de estos Juegos y de los aficionados desde la arena. Haga lo que haga sobre la barra ya habrá ganado.