A Enmanuel Reyes (La Habana 1992) se le conoce como El Profeta. Él mismo se puso el nombre pugilístico. Por un lado, por su profundo sentimiento religioso. Y por otro, porque desde que lanzó sus primeros ganchos encima de un ring sintió que estaba destinado a cumplir con una profecía: ser campeón olímpico. Aquello se convirtió en un sueño que gobernó su vida y por que el tomó decisiones tan duras como la de abandonar su país porque allí tenía todas las puertas cerradas. Por él se puso rumbo a A Coruña, donde su familia llevaba asentada más de dos décadas, soportando estoicamente las vicisitudes de un camino que le obligó a ser un prófugo por media Europa y que incluyó el paso por una cárcel alemana. No se va a parar ahora que está solo cuatro pasos de la meta. Cuatro combates para que el sueño se transforme en la medalla de oro de los pesos pesados en los Juegos Olímpicos de Tokio. Cuatro peleas que empiezan mañana a las 11.51 horas con Vassiliy Levit como primer rival en los octavos de final.

“Yo siempre le digo que nada pasa por nada”, indica Chano Planas, una de las personas que ha guiado sus pasos desde su llegada a España, “y que después de todo lo que tuvo que pasar, que tendrá su recompensa”. Y él, dice el entrenador coruñés, siempre se ríe y le contesta: “Sí, profe, la verdad es que las hemos tenido que pasar muy duras”. Pero lejos de que su pasado le haya causado un trauma, le ha servido para fortalecer su carácter en el presente. ¿A quién le importa encerrarse dos meses en casa por el confinamiento provocado por el coronavirus cuando se ha estado cuatro sin salir de un pequeño piso en Rusia por miedo a que la policía descubra que no tienes papeles y te deje tirado en Siberia? ¿A quién le pueden trastocar quince ermitaños días en la Villa Olímpica, del hotel al gimnasio para entrenar y competir y viceversa, cuando en Alemania se ha pasado una breve estancia en la cárcel, sí, cárcel, por más que la llamaran centro de refugiados?

Reyes dispone de un glosario de argumentos para proclamarse campeón olímpico mucho más allá de sus cualidades físicas, que también son unas cuantas. “Enmanuel es un todoterreno, se adapta a todo”, señala Planas sobre una de las mejores virtudes del boxeador de origen cubano. Tanto en la vida como en el ring. “He viajado a un montón de sitios con él y nunca protesta por nada, ni por la comida, ni por los sitios donde nos alojamos... nada. No creo que las condiciones en las que tiene que estar allí le vayan a perjudicar para la competición. Su carácter vale mucho para este tipo de situaciones. Hay boxeadores que están todo el día viendo vídeos de los rivales.... él no se obsesiona, sabe que su preparación ya está hecha, y se pone a escuchar música, a cantar y bailar, que es lo que le gusta, y nos manda Tik Toks. Esa es toda la presión que tiene”, bromea.

A Planas, que lleva un gimnasio en la ciudad del que han salido gran parte de los mejores boxeadores de la última década, nombres como Dinky, Cachorro, Valery Yanchy o La Potrilla, le cuesta encontrar un motivo por el que Enmanuel Reyes no gane la competición en Japón. Más desde que el boxeador nacionalizado dio un paso adelante en su preparación física. Al subir del peso semipesado (75-81 kilos) al pesado (81-91) necesitaba ponerse más fuerte. “Hace un año y medio sí teníamos ese punto débil. Pero lo ha mejorado muchísimo. Hace una semanas ganó el Campeonato de España con un mano y la otra leyendo el periódico. Está muy bien físicamente y mentalmente. Sinceramente, no le veo ningún punto débil”. Aclara que no se trata de no dar pistas a los rivales, sino de que verdaderamente, y con sus ojos de experto, lo ve así de claro.

Habrá que hacerle caso. Sobre todo porque sigue esgrimiendo argumentos a su favor. Uno tiene mucho peso. Enmanuel Reyes le ha ganado a todos los boxeadores que forman parte del cuadro olímpico. Y en los dos últimos años, solo ha perdido un combate, la final del Preolímpico —y solo por 2-1— contra el ruso Muslim Gadzhimagomedov, que precisamente va por la otra parte del cuadro, por lo que lo evitaría hasta una hipotética final. El púgil del PlanasBox arranca mañana contra el cabeza de serie número dos, el kazajo Vassiliy Levit, campeón del Preolímpico de la zona asiática. “Yo creo que se repetirá la final del Preolímpico europeo. Sí que es cierto que está todo muy igualado y equilibrado, pero él no tiene que tener problema ninguno. Ya le ha ganado al campeón del mundo, al campeón de Europa al de América... hay rivales muy fuertes, pero él lo es también y tiene muchas posibilidades”, insiste una y otra vez e incluso cuando se viene arriba, como en la presentación de la campaña de los riquiños de Sanbrandan, en la que Reyes es uno de los protagonistas, califica la plata como un “accidente”.

“Está en un buen momento de forma, de experiencia, le coge en la mejor edad de un deportista, con 28 años, no ha tenido una lesión en los últimos cinco años, ni siquiera una tendinitis...”, aporta Planas, al que no se le agota la fe en El Profeta. “Su principal punto fuerte es que sobre todo es muy inteligente encima del ring. Sabe aplicar la estrategia adecuada para cada rival. Lee la pelea muy fácil, en cuanto pasa menos de un minuto ya ha leído a su rival y ya sabe cómo tiene que actuar. Y se adapta muy bien a todo tipo de combates, puede pelear en distancias cortas, medias y largas”, valora. Y otro factor a tener en cuenta es que recibe pocos golpes: “Al boxear cada dos días, si haces un combate muy duro, puedes llegar tocado al siguiente, cortado o magullado. Y eso a él no le pasa porque casi no recibe golpes. Sabe perfectamente lo que tiene que aplicar, cuándo y con quién arriesgar... si un combate es asequible no se va a aplicar al cien por cien, estará un punto por encima del rival pero no arriesgará para evitar lesiones y golpes. Eso es muy beneficioso en este tipo de torneos”.

Y, por último, está el espaldarazo anímico y el refuerzo tanto económico como de confianza que, después una travesía completamente en solitario, sintió al llegar a España, donde la Federación Española de Boxeo movió todos los papeles necesarios para su nacionalización, haciéndole sentir importante, y en A Coruña, con los Planas, pero también con el Concello, desde un principio se le acogió con los brazos abiertos. “Le hacía falta ese empujón psicológico de sentirse apoyado y valorado. Eso ha motivado que los resultados empezasen a ser fenomenales y ahora hay que esperar que sigan siéndolo en los Juegos de Tokio”, desea.