Lo que nos quedará de estos Juegos Olímpicos, igual que de todos los anteriores, es en qué cifra pare España el contador de metales que activó el sábado Adriana Cerezo. Pero cuando los años pasen tal vez nadie se acordará de que esta cita nipona se disputó bajo circunstancias excepcionales. Y no me refiero esta vez a la pandemia, sino al calor. Las condiciones climatológicas son un infierno.

Me contaba este sábado un periodista estonio -recuerdo que con los ciudadanos locales está prohibido hablar- que en el primer día de competición en el tenis, una deportista de su país se quejaba de tener que debutar a casi 40 grados y con una humedad terrible. Tales parámetros desorbitados para su deporte los aprovechó su rival, mucho más habituada a ellas, y se plantó en la siguiente ronda.

Extrema humedad

En la vela, especialidad donde los partes meteorológicos adquieren un rol fundamental, nos contaba anoche Iago López -uno de los regatistas de la delegación española- que agradecen haber trabajado en este escenario de extrema humedad y subrayaba que sus propios informes apuntan a que serán "los Juegos más calientes de la historia".

Así que no se extrañen que haya deportistas asiáticos que arrasen en la marcha, por ejemplo. Si ya eran especialistas en pruebas como ésta, su condición de favoritos se multiplicará en este horno que padecemos a diario en esta Japón a la que el covid alteró su calendario y su ritmo de vida. Cierto es que hay miles de nipones que hubieran celebrado la cancelación -así lo demostró la manifestación del viernes a las puertas del Olímpico- pero otros miles disfrutan de estos Juegos aunque sea con distancia de seguridad.

El sábado vimos a cientos de aficionados echarse a la carretera para disfrutar de Pogacar, Carapaz, Van Aert y compañía; y ayer en la primera jornada de regatas estaba repleta Enoshima de curiosos y lugareños ávidos de ver los Juegos de cerca. Aunque sea en este horno a veces insoportable que calienta ilusiones de oro, plata y bronce.