Las tardes de la canícula te permiten descubrir nuevos horizontes televisivos, un paseo por esos diales inéditos que durante la temporada alta jamás osarías sintonizar. Este agosto me he dado un garbeo por DKiss. Y lo que he encontrado tiene miga. ‘Mi vida con 300 kilos’, cuyo título no engaña, y nos narra el complicado día a día de aquellas víctimas de la obesidad mórbida cuya supervivencia pasa por una complicada intervención quirúrgica.

El último episodio de la séptima temporada terminó con el luto tras el fallecimiento de la abnegada protagonista de la historia. Sin embargo, lo que más me ha sorprendido de este zapeo por DKiss ha sido la serie documental ‘Entrerrado en mi basura’.

Desde luego que los títulos de los productos emitidos en este canal no son muy sutiles; todo lo contrario, definen muy bien el contenido de lo que ofrecen. En este caso se trata de casos reales de víctimas del síndrome de Diógenes.

Casos extremos de personas que pueden ser aplastadas cualquier noche por la cantidad de cajas que tiene acumuladas hasta el techo en sus pequeños cubículos. O abrasadas caso de que salte cualquier chispa en medio de tantas toneladas de material inflamable. La verdad es que después de ver un par de historias completas de esta serie uno se siente el rey del universo.

Tras comparar con lo que se ve en la televisión, tu casa, aunque angosta, se asemeja a un palacio; tus techos, aunque faltos de una mano de pintura, un lujo de blancura; y tu nevera y tu despensa, casi vacías, una habitación con miles de posibilidades a poco que te pongas a ello. Como película de terror basada en hechos reales, ‘Enterrado en mi basura’ es una de las que más me han impactado en mucho tiempo.