Pepe y Concha

La talla moral que han conquistado a estas alturas unos Sacristán y Velasco todavía en activo...

Concha Velasco y José Sacristán en la Seminci.

Concha Velasco y José Sacristán en la Seminci. / EFE

Antonio Sempere

Se les quiere a Concha Velasco y a José Sacristán. Se les quiere mucho, y por eso fue un gusto verlos reunidos en Valladolid en torno a una ceremonia de entrega de Espigas honoríficas en las que cada uno de ellos se la entregó al compañero. A veces, la mejor televisión se encuentra en lo más sencillo. Y a pesar de que el medio se ha sofisticado hasta extremos insospechados, en la esencia de reunir a dos referentes como este par de cómicos de toda la vida, estriba el secreto del mejor programa de televisión posible. Por auténtico, por emocionante y vivísimo.

Sucedió cuando tuvo lugar el encuentro de ambos con los medios de comunicación, y charlaron distendidamente, a lo largo de una hora, sobre sus inicios en la dé- cada de los sesenta, sus anécdotas, sus ilusiones de entonces y de ahora, sus sueños cumplidos y hasta aquellos que se evaporaron por el camino. La talla moral que han conquistado a estas alturas unos Sacristán y Velasco todavía en activo, y en un activo casi frenético, él en el Quijote, ella en Hécuba, provocan que sus palabras de evocación del pasado se mezclen con un discurso del presente lleno de actualidad y vigencia. Y que, y ahí es donde vamos a parar, su conversación se convierta en una de esas joyas que habría que estar muy ciego para no reconocer como oro de muchos quilates.

De ahí que me extrañe cómo nuestras televisiones, en ocasiones, se compliquen la vida tratando de descubrir la pólvora en extraños experimentos, habiéndose olvidado de la esencia, de lo que funciona siempre, porque es de verdad. ¿Se imaginan a José María Íñigo dejando hablar a estos dos, y un par de cámaras, y planos cortos, y una iluminación muy cuidada, y poco más? Yo sí me lo imagino. Y me dirán antiguo, pero lo veo de Emmy.

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