Netflix le debe una buena cena a Hwang Dong-hyuk. Este director y guionista surcoreano es el creador de 'El juego del calamar', la serie de la que todo el mundo habla y número uno en tendencias a nivel global. La ficción cuenta la historia de un grupo de personas en apuros económicos que se enrolan sin saberlo en una competición en la que tendrán que enfrentarse a distintos juegos infantiles. El premio -y su vida- depende de que salgan airosos de cada una de las pruebas. La historia se desarrolla en una isla secreta cuya ubicación ha descubierto un fan de la serie y sus protagonistas son personas atormentadas por las deudas que nada tienen que perder.

[Atención, a partir de aquí este texto puede contener spoilers]

Uno de los éxitos de 'El juego del calamar' radica en la presentación de los juegos infantiles escogidos por su guionista. En el marco de un escenario colorista, los cientos de participantes que empiezan la serie tienen que jugar a vida o muerte a las canicas, al escondite inglés o a la cuerda. El reto final consiste en salir vencedor del juego del calamar (Ojingeo Nori), en el que hay una parte defensora y otra atacante sobre un tablero dibujado en el suelo que simula la forma de un calamar. Una referencia a la tradición infantil coreana que ahora se conoce en medio planeta.

Pero, ¿cuánto hubiese cambiado la serie si sus creadores, en vez de coreanos, hubiesen sido gallegos? Por lo de pronto, el nombre de la ficción sería muy diferente. Tal y como reclaman desde la plataforma Netflix en galego se llamaría 'O xogo da lura'. También habría que trasladar el escenario a alguna de las cientos de islas que rodean la costa gallega y que por supuesto sería Tambo, la misteriosa isla de la ría de Pontevedra que aparece pixelada en Google Maps. Aunque lo más importante y atractivo de 'El juego del calamar' en su versión gallega sería ver a sus personajes luchando por su vida dando lo mejor de sí en los típicos juegos infantiles de Galicia.

¿A qué pruebas tendrían que sobrevivir los personajes de 'El juego del calamar' en versión gallega?

Al igual que en la serie original, la primera gran criba podría hacerse con el juego que la ficción de Netflix denomina 'Luz verde, luz roja', que solo es otra manera de llamarle al escondite inglés. En esta prueba los participantes tendrían que cruzar un campo moviéndose solo cuando sonase la cancioncilla "un, dos, tres, escondite inglés, sin mover las manos ni los pies". Cuando terminase tendrían que quedarse totalmente inmóviles hasta que volviese a sonar. Quien no fuese capaz de hacer la estatua, moriría.

El siguiente reto consistiría en una carrera de 'carrilanas' en un complejo y vertiginoso circuito con obstáculos que pudiesen significar la muerte de los pilotos si no los evitan. En este caso, no importaría el tiempo. Se salvarían los personajes que consiguiesen llegar enteros al final de la cuesta a bordo de su carro de bolas.

Bajada de carros de bolas en Freixo Alba Villar

En la tercera prueba, los protagonistas que siguiesen vivos tendrían que jugar a la 'billarda' o 'estornela'. Un juego tradicional gallego que consiste en golpear con una madera un palo ligeramente afilado por sus extremos lo más lejos posible. Solo los concursantes capaces de enviar la billarda a más de ocho metros seguirían vivos.

Un gallego juega a la 'billarda' Gustavo Santos

Se llegaría al ecuador de 'Los juegos del calamar' con una partida al pañuelito o 'pano'. Se dividiría a los personajes que quedasen en dos equipos y se perdonaría la vida a los que consiguiesen vencer a su rival, es decir, quien consiga volver a su base con el pañuelo que estaría en el centro del campo de juego o quien consiga atrapar al portador del paño antes de que llegue a la zona segura.

Una niña juega a la 'mariola' Bernabé / Javier Lalín

A estas alturas ya deberían quedar muy pocos vivos. Al igual que en la serie, la organización les ofrecería un banquete como compensación por haber llegado tan lejos. Una buena ración de pulpo á feira de Carballiño, un cocido de Lalín para reponer fuerzas, unas filloas para endulzar el menú y una selección de vinos de las cinco denominaciones de origen de la comunidad para maridar.

Después del atracón, quedarían los dos últimos juegos. El que daría acceso a la final sería la 'mariola' o 'cacho'. Un clásico de las calles y patios de Galicia que se disputa sobre unas casillas numeradas marcadas con tiza en el suelo. Los jugadores deben lanzar una piedra a cada una de las casillas y saltar sobre las restantes a la pata coja evitando la que tiene la piedra. El recorrido es de ida y vuelta y en el regreso cada participante debe recoger la piedra. En la serie, los dos participantes que consiguiesen superar la mariola apuntando a la casilla con el número más alto, accederían a la gran final. Los otros, al hoyo.

Niños juegan al trompo en el patio de un colegio Bernabé / Javier Lalín

Para la gran final un juego que en Galicia tiene varios nombres. Algunos le llaman la 'buxaina', otros el 'peón' y casi todos el trompo. En este punto de la serie solo quedarían dos personajes vivos. Los dos antagonistas. Tal y como pasa en la serie original. La tensión se cortaría con un cuchillo mientras ambos rodean sus trompos con la cuerda. Los lanzan. Giran y giran pero al final solo uno queda en pie. El ganador. El único de los cientos de participantes que ha llegado al final de este macabro espectáculo. Su premio: muchos millones de euros y lo más preciado, su vida.