Pasapalabra es uno de los concursantes más importantes del país. Sino el más. A diario siguen este formato de Antena 3 millones de personas desde el otro lado de la televisión... y unos pocos desde dentro del plató. Una de las asistentes al programa aseguró hace unos días que durante su visita a los platós de Atresmedia había recibido un trato "denigrante" y que le habían pagado "solo 9 euros por todo un día de 13 horas entre que salí de casa y volví". Para comer "un bocadillo y ya".

La audiencia de Pasapalabra está más dividida que nunca. ¿La razón? Los espectadores pelearon mucho la pasada semana por una simple pregunta que hicieron desde el programa. Querían saber si Pablo Díaz, el concursante de Pasapalabra del que todo el mundo habla últimamente, era querido o no por el público. La respuesta fue sorprendente.

Algunos de los espectadores no son muy partidarios de Pablo y le gusta más su contrincante. Dicen que con él acabó la diversión. De hecho argumentan que tener siempre el mismo concursante "aburre". Otros, en cambio, defienden que es su cultura la que le permite estar en el sillón de concursantes constantemente. Pero Javier Dávila, su contrincante, tampoco las tiene todas consigo. De hecho también recibe críticas por su forma tanto de tratar a su rival como de reaccionar a las preguntas que el otro falla o acierta.

"Es un pedante y un maleducado", llegan a decir algunos espectadores en redes sociales. Lo cierto es que no es de extrañar que cada día se produzcan comentarios sobre un programa que a día de hoy ya ven casi tres millones de personas. Todo un récord que no puede pasar desapercibido.

Pasapalabra, el concurso de entretenimiento más seguido en su franja horaria, con una cuota media de pantalla del 25 % crispa a los seguidores del concurso.

Hace tiempo que enfrenta a dos titanes: Pablo Díaz y Luis Dávila, dos ambiciosos y cultos estrategas que pugnan por el bote y parecen imbatibles.

Han creado una nueva era en Pasapalabra: juegan sobre el rosco como si de un tablero se tratara cuyas cuyas letras sortean como piezas de ajedrez.

La aplicación de sus sofisticada forma de entender el concurso marca un antes y un después en el programa, cuyas propuestas son sencillas de seguir y de entender tanto por jugadores como por espectadores.

Podría considerarse que Díaz y Dávila, los nuevos Kraprov y Kasparov de Antena 3 han dado un giro magistral al formato de entretenimiento al más puro estilo Gambito de Dama, pero sus espectadores no están satisfechos.

Las estratagemas que despliegan ambos jugadores emparenta con el póker, es difícil adivinar si conocen o no el el concepto que esconde la letra.Dicen parte de las palabras que se conocen, las más obvias, y lo hacen con mucha fluidez. Pasan palabra con mucha frecuencia, el juego comienza ágil. Hasta el momento decisivo, en el que un concursante y otro desconocen si su contrincante tiene el control del juego y "va de farol" o no. Los concursantes rodean el rosco por primera vez en tiempo récord y suelen sobrarles muchos segundos.

El duelo intelectual empieza ahí. Entre ellos y para quienes no son seguidores del programa puede resultar una genialidad, pero lo cierto es que los aficionados echan de menos el formato tradicional. De hecho, los fans de Pasapalabra están indignados, han perdido la paciencia y vuelcan su frustración en redes sociales.

Pablo Díaz no pudo reprimirse Antena 3

La blasfemia de Pablo Díaz

Pablo Díaz, concursante favorito de Pasapalabra, no ha podido evitar lanzar una blasfemia ante el éxito de su jugada maestra durante la tarde del martes 1 de junio. 

Pablo Díaz protagonizó una de esas remontadas históricas en Pasapalabra: desencadenó, fiel a su táctica, una impresionante racha de aciertos hasta quedarse a falta de dos para llevarse el bote. La F y la T se le han resistido.

La angustia y la rabia en Pablo podían palparse ante la pantalla cuando comprobó que no recordaba las respuestas que le faltaban. En ese momento, ha soltado un comentario que con la tensión del instante a muchos les ha pasado desapercibido pero que otros muchos han criticado en redes sociales. En concreto sus palabras han sido "me cago en Dios".