Mikel López Iturriaga, El Comidista mayor, ha regresado a sus orígenes en el periodismo musical con Banana split (La 2, los jueves, a las 23.00 horas), donde lo mismo te habla de trap que de suntuosos desayunos.

–¿Por qué iba a querer ver un programa que combina música y gastronomía alguien a quien le dé repelús la palabra maridaje?

–Al llevar a músicos al terreno de la cocina y a cocineros al terreno de la música, salen cosas que no saldrían en entrevistas al uso. Segundo motivo: intenta ser divertido o al menos entretenido, a pesar de que odio esta palabra porque me evoca algo que te va a vaciar el cerebro y te va a dejar lelo. Usamos el humor como un vehículo de acercamiento a las personas que no son muy aficionadas a la música ni a la gastronomía.

–Banana split, el nombre del programa, parece una declaración de intenciones: es ultrapop.

–En una lista de grandes hallazgos de la gastronomía mundial nunca va a salir el Banana split, pero es un postre muy colorido, muy chillón, muy dulzón. A mí me sugiere cultura pop. Y está la canción de Lio Banana split, una de mis favoritas entre las que hablan de comida y que tiene un subtexto sexual bastante importante. Jugar con los dobles sentidos da mucho juego en el programa. Me escribieron de Plátano de Canarias protestando porque utilizamos la banana habiendo un producto nacional como el plátano. Lo siento.

–¿Veremos también a grupos de rock duro en su programa, Banana split?

–Por ejemplo, a Barón Rojo en una entrega que se titula “Poder crudo”. He intentado ser diverso y no guiarme por mis gustos musicales. Saldrán Barón Rojo, Joe Crepúsculo, Hidrogenesse, Betty Missiego, Víctor Manuel… No es un programa para indies ni para modernos y tampoco es un programa de viejas glorias.

–¿Qué importancia tenía la cocina en casa de sus padres?

–Mi madre cocinaba cosas sencillas de la cocina tradicional vasca y española, pero era bastante puntillosa. Si hacía una tortilla de patatas, era muy buena. Y lo mismo con las judías verdes rehogadas con patatas, las patatas con chorizo, los garbanzos, el marmitako… Había mucha conversación a cuenta de la comida. “Esto está bien, esto está mal”. “A la ensaladilla no se le pone esto y sí lo otro”.

–Debía sacar la comida con miedo, su madre...

–Yo de ella nos habría mandado a todos a la mierda. Ella se esforzaba y ahí tenía a una colección de gañanes, empezando por mi padre, que todo lo tenían que poner un poco en solfa. O que no decían nada. Mi padre decía una cosa tremebunda: “Si no digo nada, es que está bien”. Tenía muchas cosas buenas pero ahí patinaba.

–¿Qué importancia tenía la cocina en su primer piso de joven emancipado?

–Hacía un uso muy básico de ella. Pese a que en casa de mis padres se hablaba mucho de cocina, no aprendí a hacer nada de nada. Yo me empecé a interesar por la cocina cuando me fui de casa. Por supervivencia. Primero tiras de pasta, de filete a la plancha, de ensaladas básicas… Pero vía telefónica con mi madre empecé a interesarme por platos que ella hacía y me entró el gusanillo.

–¿Me dice tres joyas de la gastronomía popular española?

–Caramba… La tortilla de patatas, el único plato que está igual de implantado en todas las comunidades. Creo que se hace mejor en el norte. Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco sería la zona adonde iría a comer tortilla de patatas si viniera de otro planeta. Las sopas frías andaluzas: gazpacho, salmorejo ajoblanco, porra… Son un enorme patrimonio, muy distinto a lo que puedes encontrar en cualquier otro sitio. Les tengo mucho cariño porque son cocina de supervivencia. Magia hecha con cuatro cosas muy baratas. Y por tirar un poco para Euskadi, las salsas vascas: la verde, la de los chipirones, el pil pil y la vizcaína. Son grandes invenciones.

–¿Qué tendencias gastronómicas le dan grima?

–Estoy hasta el moño de la moda del ramen, y me gusta, ¿eh? Pero la ridícula presencia de sitios de ramen en cada esquina de Barcelona no la puedo entender, no sé a qué viene esta fiebre. Cerca de mi casa tengo más sitios de ramen que si viviera en Tokio. Y les tengo manía a los platos terminados con florecitas y con germinados. Vivimos una época muy condicionada por las redes sociales en la que la apariencia se está comiendo la esencia en la cocina. Y estamos relegando platos deliciosos solo porque son feos. Unas lentejas con patatas y chorizo no pueden ser bonitas, pero son una delicia. Reivindico los platos feos.