Un error de planteamiento notorio que impide que la historia real que vemos en la pantalla de un empresario y forofo del surfing de 35 años adquiera los visos de autenticidad y dramatismo que serían de desear. Tanto es así que este segundo largometraje del director Hugo Stuven, tras su prometedor y más que aceptable debut con 'Anomalous', que rodó en inglés entre Nueva York y Barcelona y que recibió sendos galardones, el de mejor película y mejor actor (Lluís Homar), en el Festival de Marbella, constituye a todas luces una decepción.

Solamente las cautivadoras imágenes de las playas canarias de Fuerteventura contribuyen a aportar esporádicamente alicientes de cierto peso. Stuven ha contado las 48 horas que se prolongó la terrible agonía de Álvaro Vizcaíno mediante vueltas atrás en las que lo vemos en un doble cometido, intentando sobrevivir a una situación límite, flotando sólo, sin agua y sin alimentos a varios kilómetros de la costa a lo largo de dos días, y manteniendo una conversación íntima con su pareja, Ona, sobre la crisis que están atravesando y que pone en serio peligro su futuro. Lo cierto es que ni una ni otra adquieren la entidad dramática que requerían y, sobre todo, la primera carece de fuerza e intensidad.

Lo que más llama la atención con todo es que no sólo no hay apenas planos del protagonista en altamar luchando contra las inclemencias y demostrando el por qué logra subsistir dos noches enteras, con heridas graves y contusiones en la cadera y otras partes del cuerpo, en un ejercicio increíble de resistencia y, lo que todavía sorprende más, no hay escenas del momento del salvamento y del fin de la pesadilla.

Solo lo videos auténticos filmados por el personal de rescate aparecen tímidamente en segundo plano, al igual que ocurre con las figuras de Álvaro y Ona. En estas circunstancias, a nadie puede sorprender que la cinta diluya todo su poder de convicción y que, incluso, resulte aburrida y sin un solo ápice de emoción.