¿Se imaginan ser fontanero y convertirse en actor de una película nominada a mejor comedia del año en los Premios Feroz, recibir la espiga de Plata y el premio del público en la Seminci así como otro galardón en el Festival del Cine y la Palabra de Toledo? Es el periplo de tres fontaneros convertidos en actores en la película “Seis días corrientes”, el nuevo trabajo de Neus Ballús que también fue mostrado en Locarno este año.

La película [no se la pierdan, por favor], ya en cartelera, es una obra divertida pero profunda, fresca y de calidad que nos pone ante los ojos los estereotipos del racismo para intentar salir del cine siendo mejores personas y con una sonrisa de esperanza.

Ballús, en una entrevista con FARO DE VIGO, explica que la chispa se inició hace tiempo: “El compañero de mi madre es fontanero. Desde mi adolescencia, he convivido con las pequeñas anécdotas que él encontraba en su trabajo”.

La primera situación que se nos ofrece es mostrar cómo “alguien irrumpe –señala– en tu casa para un arreglo. Se establece una relación muy breve pero muy intensa en la que por un lado, todos activamos una serie de prejuicios: es joven, es viejo, es hombre, es mujer, es de aquí, es de allá. Eso habla mucho de las relaciones humanas pero también tiene un potencial cómico y surrealista interesante. Al imaginarme las situaciones que me narraba el compañero de mi padre, decidí investigar el tema de los fontaneros”.

Al igual que otros directores como Óliver Laxe o Eloy Enciso que trabajan con actores no profesionales, Ballús optó por buscar en el gremio de fontaneros a tres fontaneros que se atreviesen a ser actores. “Es más difícil formar un actor como electricista o fontanero. No solo necesitaba que realizasen las reparaciones técnicamente, sino una experiencia humana de cómo se relacionan con los demás, cómo es el trato con el cliente, con los otros compañeros de trabajo. Es todo un conocimiento en capas que no se pueden crear tan fácilmente en un actor. Por otro lado, es la tercera película que hago con actores no profesionales”, explica la realizadora.

Neus Ballés estuvo trabajando con ellos técnicas, no obstante, para que no dejasen de ser ellos mismos. “Es un acto de confianza y coraje por parte de ellos”, aclara una persona que fue durante unos meses a las clases del Gremio de Instaladores de Barcelona “para observar a la gente que estaba ahí de cursos de especialización. A los que más me gustaba los invitaba a una prueba filmada. Vi a más de mil personas”.

Finalmente, localizó a Mohamed Mellali, Valero Escolar y Pep Sarrà. Este último desempeña el rol de un instalador que se va a jubilar y la empresa busca su sustituto. Quien se presenta al periodo de pruebas es Mohamed Mellali, cuyo origen marroquí –aunque desempeña el trabajo perfectamente– molesta a su compañero, Valero.

“Creo que la sociedad española es muy racista. Los prejuicios existen y se perciben. El cine es una herramienta que nos pone frente al espejo. En esta película, le pasa a Valero. El filme es una invitación a que el espectador se vea en Valero y se pregunte en qué medida tengo esta resistencia al cambio, a competir, a ser peor que el otro. Pero creo que es una sociedad madura para dar un paso hacia adelante”, defiende.