Las obras que Juan Rivas ha realizado para la serie "NOCTURNA", que ahora presentamos en SVT Espacio de Arte, parecen llegar en el momento justo para reforzar la tesis de que la pintura renace, con más fuerza si cabe, después de cada muerte autoimpuesta.

Una celebración gozosa de la pintura, una demostración de la actualísima pertinencia de la mímesis desde una perspectiva contemporánea. Poniendo a prueba la idea de verosimilitud, habitualmente asociada a un género tradicional como el paisaje, Juan Rivas lleva a cabo esta exploración de la capacidad representadora de la pintura desde dentro de la propia pintura, sirviéndose de los medios que le son más específicos: densidad de la pasta, arrastre, pincelada,

veladura, claroscuro.

"Todo respira. Todo habla en estos cuadros. El fondo es de un color intenso, sobre él las masas de pintura oscura se acumulan, se frotan, se pelean, las sombras son siluetas de animales agrandadas por el terror, la noche roja y ocre y azulada invade el paisaje y crea un espacio de ensoñación y pesadilla, el paseante esta solo en la noche, la luz aislada en el cruce de caminos es un lugar de refugio pero también un espacio de enigma, un umbral, una puerta, un escenario donde lo inesperado se anima a suceder, o lo imposible." (Ignacio Pérez-Jofre y Ángel

Cerviño, Luz que nunca se apaga)

Escenarios gobernados por una mirada que, según palabras de un buen conocedor del trabajo de Juan Rivas, nos llega "atemperada por la acción del artista que nos hace ver el, solo en apariencia, sencillo mundo que nos rodea, de manera más compleja mediante el recurso de la noche para generar una enriquecedora extrañeza en su aprehensión. Esta extrañeza, entendida como tensión sumada al conocimiento, se produce porque Juan Rivas nos muestra una geografía que no refleja la obviedad de la escena que retrata, un paisaje exterior,

sino la subversión del mismo para convertirlo en un lugar interior, resituando así nuestra mirada, para ponernos mentalmente dentro del cuadro, en un exterior que se ha vuelto del revés, y del que nosotros somos ahora los habitantes." (Luis Gil Pita, Breves notas sobre la pintura de Juan Rivas)

Estas obras fijan su atención, ajustan el foco de la mirada, en las temblorosas luces del extrarradio y los paisajes de la periferia urbana, que infatigables noche tras noche, con su delicada insistencia, se empeñan en sostener el mundo. Cuadros que nos sitúan ante unos escenarios nocturnos en los que cualquier recodo iluminado parece en suspenso, aguardando un misterioso acontecimiento que a la postre no será otro que la celebración del festín de la pintura en su más gozosa encarnación.

Escenas nocturnas que limitan al norte con el paisajismo romántico, pero en las que muchos de nosotros podremos reconocer el latido amenazador de los ensombrecidos paisajes periurbanos que, a la caída de la tarde, nutrieron de fantasiosas ensoñaciones nuestros sueños infantiles. Una vez que los hemos entrevisto, nunca saldremos de los cuadros de Juan Rivas, ya para siempre expectantes criaturas de las afueras.