Cuarenta años después de su estreno –llegó a las salas estadounidenses el 9 de julio de 1982; en España se estrenó el 24 de marzo de 1983–, sorprende que el aparato de producción y diseño visual del mundo electrónico de Tron no fuera nominado al Oscar. Es probable que no lo hubiera ganado –el de mejores efectos especiales se lo llevó E.T.–, pero que lo nominaran en la categoría de sonido y vestuario, sin premio tampoco, resulta desconcertante.

Vista ahora, aparece como una película casi abstracta a la vez que profética en un mundo dominado por la realidad virtual: la historia de un programador transportado al interior de un videojuego, o las peripecias de un humano enfrentado a la inteligencia artificial en un universo digital. No fue un éxito –menos de cinco millones de euros en el fin de semana de estreno en EE UU y Canadá–, pero tardó poco en convertirse en película de culto y su influencia se rastrea en los videojuegos, la informática y animaciones como ¡Rompe Ralph! Rastreamos su relevancia en cinco claves.

Virtualidad y metaverso.

El festival de Sitges anunció a finales de junio que su edición de 2022 rendiría homenaje a Tron por sus 40 años, pero sobre todo por su condición de película rompedora que introdujo en el cine de gran formato avanzados conceptos como la realidad virtual, la hiperconexión digital y el (entonces inexistente) metaverso. El filme, en efecto, relata la historia de un programador, Kevin Flynn (Jeff Bridges), a quien un villano tecnológico roba un exitoso programa, y para demostrar la estafa intenta entrar en el ordenador central de la corporación. Lo que Flynn no sabe es que el computador tiene conciencia propia y, tras convertirle en una amalgama de bits, le succiona a su interior virtual. Allí, nuestro héroe debe enfrentarse (o ayudarse) a programas que, en realidad, son avatares de sus creadores, en un alucinante viaje al metaverso avant la lettre. No en vano, cuando se estrenó faltaban aún dos años para que naciera Mark Zuckerberg.

Pionera de los efectos tridimensionales.

Tron no es la primera película con efectos gráficos tridimensionales generados por ordenador, pues ese honor suele recaer en una breve secuencia de Mundo futuro (Richard T. Heffron, 1976), pero sí que fue pionera absoluta a la hora de hablar locuazmente el lenguaje de la iconografía informática. Fascinado por el mundo de los videojuegos, el director Steven Lisberger presentó a Disney un proyecto con el embrión de Tron (un guion, los storyboards y el plan de efectos visuales) y la productora aceptó el reto, aunque el resultado en taquilla fue decepcionante.

Nadie duda hoy de que se trata de una película de culto, pero hace 40 años el público no estaba familiarizado con la realidad virtual ni con la imaginería digital de esos fascinantes circuitos de ordenador en el que los humanos se convertían en simple información binaria.

De los 96 minutos del filme, menos de la mitad son de naturaleza digital. Se rodó en blanco y negro, y se coloreó con técnicas tradicionales de fotografía y rotoscopia, lo que le otorga esa extraña textura que evoca al viejo cine de Méliès. Y aunque parezca mentira, no fue nominada a los mejores efectos visuales, pues entonces la Academia de Hollywood no tenía en cuenta los trucos generados por ordenador.

El legado de ‘Tron’.

Casi tres décadas después del estreno del filme, Tron: legacy revivió la fantasía infográfica con un presupuesto infinitamente mayor –17 millones de euros frente a 170 millones, todas las inflaciones incluidas–, pero resultados más discretos, con el hijo del personaje de Jeff Bridges convertido en programador que investiga la desaparición de su padre.

Antes de esta nueva incursión cinematográfica, el filme original generó diversos productos, entre ellos los videojuegos Tron 2.0 (2003) y Tron: evolution (2010), situaciones y escenarios de otros videojuegos de Disney y diversas miniseries de cómic planteadas tanto como continuaciones o precuelas del filme original: Tron: the ghost in the machine y Tron betrayal. Después vendría una serie animada de televisión, Tron: uprising (2012-2013), cuyo argumento se situaría entre lo relatado en los dos largometrajes.

Daft Punk, arquitectos del french house, eran tan fans de Tron que terminaron componiendo la banda sonora de Tron: legacy.

Moebius y Syd Mead, en acción.

Syd Mead y Jean Giraud Moebius, dos visionarios de la fantasía y la ciencia ficción, el primero en el diseño industrial y el segundo en el cómic, fallecidos en 2019 y 2012, respectivamente, solo trabajaron juntos una vez, en el diseño del mundo electrónico de Tron, aunque varias cosas de las aplicadas por Moebius en Alien, el octavo pasajero las heredó Mead en Aliens, el regreso.

Cada uno se ocupó de parcelas distintas. El creador del teniente Blueberry y El incal asumió inicialmente el diseño de vestuario y decorados, mientras que Mead hizo algo parecido a lo que el mismo año realizaría en Blade runner, la conceptualización de vehículos, aunque parece ser que también fue el responsable del logotipo del filme. Peter Lloyd, fallecido en 2009, implicado en filmes como Misión a Marte y El día de mañana y formado en el campo de la ilustración publicitaria, imaginó los ambientes y supervisó los efectos digitales.

¿Qué fue de sus artífices?

De los máximos responsables en la elaboración del filme, solo Jeff Bridges siguió con una carrera bien encauzada, refrendada con un Oscar en 2010 por Corazón rebelde y con títulos como Starman, Tucker, El rey pescador y, sobre todo, El gran Lebowski. Su compañero de reparto, Bruce Boxleitner, ha trabajado básicamente en televisión y repitió en la secuela. El director Steven Lisberger solo ha realizado desde entonces dos filmes más, Persecución muy, muy caliente y Slipstream (La furia del viento) –ninguno necesitado de revisión alguna–, aunque figuró como productor de Tron: legacy. Uno de los que participó en el guion, Charles S. Haas, aunque sin acreditar, escribió dos filmes de Joe Dante, Gremlins 2: la nueva generación y Matinee, y la tierra se lo engulló después. Wendy Carlos venía avalado por la música electrónica de La naranja mecánica y su contribución a El resplandor, pero tras Tron no ha hecho nada más en cine.