IN MEMORIAM
«Una calle dedicada a Pablo Pais, maestro»
El periodista gallego Xabier Fortes rinde con este obituario su particular homenaje al que fuera su profesor cuando el director y presentador de 'La noche en 24 horas', de TVE, estuvo «bajo su mirada de halcón» en sus clases particulares, durante los tres veranos del bachillerato

Xabier Fortes y Pablo Pais, hace unos años, tras una charla del periodista gallego en Bueu. / Xabier Fortes
Xabier Fortes
Lo recuerdo fumando ducados, enganchando con tres dedos la boquilla a modo de un garfio y atrapando en el aire volutas de humo como si fuesen cumulonimbus, mientras saltaba del latín al griego, de las matemáticas a la tabla periódica, del francés al inglés. Ahora que las palabras van perdiendo lustre y sentido, como desgastadas por un uso excesivo y mayestático, me llega a medio camino entre Pontevedra y Madrid la noticia de la muerte de un maestro, un maestro de veras, una de esas personas a las que la palabra maestro encaja en su origen etimológico, el Magister. No encuentro otra expresión más 'acaída' al recordar a Pablo Pais.
Fui uno de aquellos adolescentes que deambulaba por los institutos sin más inquietud formativa que evitar, sin conseguirlo, la bronca paterna tras la entrega del boletín de notas. No hubo ningún verano que no tuviese que hincar codos, desde EGB hasta el bachillerato. Aunque soy de Pontevedra, Bueu forma parte del paisaje de mi vida. Mis padres tienen un caserón de piedra con ventanales orientados a la playa de Lapamán, donde nos criamos y aprendimos a enamorarnos en aquellos veranos eternos, en los que el sol cabalgaba de junio a septiembre sobre el horizonte a los lomos de la Isla de Ons. Con el astro Rey también aprendíamos geografía entre solsticios y equinoccios.
Aquel bachillerato de mitad de los ochenta lo saqué gracias, sobre todo, a Pablo Pais. Mi padre debía de conocerlo por referencias y me lo presentó un día al volver de la playa. Todas las tardes, después de comer, cogía la bici cargado de libros y libretas para cubrir los tres kilómetros que separan Lapamán de Bueu.
Daba clases en su vivienda, un piso habilitado para atender todo tipo de alumnos, edades y asignaturas, con dos habitaciones comunicadas por un vano sin puerta. Nos quería tener a todos bajo su mirada de halcón.
Solo estuve en sus clases particulares los tres veranos del bachillerato, pero imagino que han tenido que ser muchas, las generaciones de chicos y chicas de Bueu que han salido adelante gracias a su empeño personal. Siempre me fascinó su paciencia y su calma, su vuelta a empezar desde el inicio cuando quedábamos atascados en una frase de Homero o de Julio César, en una formulación química o en un cálculo matemático, hasta que por fin aprendíamos a encontrar la salida a aquel laberinto indescifrable. Me maravillaba su conocimiento de tantas materias, como un personaje del Renacimiento. Un día de invierno, mientras veía el Telexornal de TVE sin sospechar que allí acabaría trabajando, no pude evitar una sonora carcajada al verlo también cantar en un coro subido a un barco amarrado al puerto. ¡No puede ser, no puede ser!, repetía entre risas, mientras mi maestro declamaba una obra de la lírica clásica como si estuviese aspirando los cumulunimbos de sus ducados.
Hace unos años, por medio del librero Fernando Miranda, me invitaron a dar una charla en una sala pegada a la lonja y comencé hablando de mis veranos en Bueu, de las tardes pescando chocos en el puerto o comiendo calamares en el bar de Ramón de Agrelo, de las primeras cervezas en el Brétema, en el Bumper, de las verbenas del Carmen... Y por supuesto acabé refiriéndome a mi maestro. Poco después apareció al fondo de la sala. El tiempo había pasado por él, pero lo reconocí de primeras. Nos dimos un abrazo y nos hicimos la foto que ilustra este obituario, la única que tenemos juntos.

El maestro Pablo Pais con su perrita Bimba, en el puerto de Bueu. / Archivo familiar
Hacía más de 30 años que no lo veía, desde que me había marchado a Madrid a estudiar periodismo. Les dije a los presentes que a mí y a muchos de sus vecinos nos había enderezado en un momento clave de muestras vidas, en uno de esos recodos en los que cada bifurcación que sale a tu paso te puede llevar a un final no deseado. Y creo recordar que les dije también que ese tipo de personajes son los que hacen grande a un pueblo, los que hacen mejores a sus jóvenes y por tanto aseguran el futuro y porvenir de la comunidad en este tiempo de móviles, tablets y estupidez enlatada. Siempre me he preguntado cómo se enfrentaría Pablo a los problemas de las nuevas generaciones digitales.
Tras despedirnos, me prometí pedirle al alcalde que algún día habría que dedicarle una calle en el centro del pueblo. Es lo que hago en estas líneas. Una calle dedicada a Pablo Pais, maestro.

Esquela de Pablo Diéguez Pais, en Faro de Vigo. / FDV
*Xabier Fortes, periodista y exalumno de Pablo Pais
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