XLII MOSTRA DE TEATRO DE CANGAS | ANA LÓPEZ SEGOVIA Autora, intérprete y directora de "La Reina Brava"
«La obra es un retablo de los vicios y locura ibérica, siempre con humor»
La Mostra de Teatro de Cangas se abre hoy oficialmente con «La Reina Brava», el nuevo montaje de Las Niñas de Cádiz. Una obra que de alguna manera se inspira en el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, y en el que participaron una madre y su hija. Un suceso que sirve de «trampolín» para una obra atemporal en la que se pueden escuchar los ecos de Shakespeare

Las actrices de «La Reina Brava», con Ana López Segovia en el centro de la imagen. / | Susana Sanmartín
-Regresan a Cangas después de su paso por la edición de 2021, en la que ganaron el Premio del Público con “El viento es salvaje”. ¿Cómo afrontan esta vuelta a Cangas y a su Mostra de Teatro, en la que les toca levantar el telón?.
-Ay, pues volvemos entusiasmadas. Siempre es fantástico volver a Galicia, pero Cangas nos trae recuerdos muy bonitos. También estamos nerviosas. Nuestro nuevo espectáculo, «La Reina Brava», está recién sacado del horno, y aunque hasta ahora todas las críticas han sido buenísimas, aún estamos familiarizándonos con esta nueva criatura, viendo cómo es, cómo respira, y cómo la recibe el público. Tenemos muchas expectativas, pero también mucha presión después del precedente de “El viento es salvaje”.
-En aquel entonces venían con una historia protagonizada por unas Fedra y Medea más actuales y alejadas de la Grecia antigua. Ahora apuestan por una historia en la que se pueden vislumbrar elementos de Shakespeare y ecos de una tragedia de principios del siglo XXI, en lo que han llegado de definir como un drama satírico ibérico.
-Sí, en efecto. Después de haber pasado por la tragedia griega clásica, la siguiente pregunta era casi inevitable: ¿Cómo harían Las Niñas de Cádiz un Shakespeare? El punto de partida fue un magnicidio real, cercano en el tiempo, una historia terrible que, mirada con cierta perspectiva, tenía ecos shakesperianos: una corte llena de ambiciones y luchas políticas, y unos personajes fascinantes que actuaban movidos por pasiones extremas. La tentación de sumergirnos en este proyecto fue irresistible. De pronto nos encontramos, después de mucho trabajo de investigación y escritura, con una historia que habla desde una perspectiva humorística de nuestros vicios más arraigados como individuos, pero también ciudadanos de este país
-El estreno oficial de este nuevo montaje fue hace poco más de un mes. ¿Cómo está siendo la acogida de esta nueva obra?
-Llegamos a Cangas con cuatro funciones, muy pocas. Pero la recepción ha sido tan entusiasta que venimos muy ilusionadas, con grandes expectativas. Ojalá el público siga acogiendo el espectáculo como hasta ahora.

Un momento de la obra. / Susana Sanmartín
-Cambian los tiempos y referentes históricos y cambian las historias, pero se mantienen algunas de sus señas de identidad: la unión de la tradición literaria de los grandes clásicos con la cultura popular y el humor que se puede relacionar con el carnaval de Cádiz. ¿Cómo se relacionan estos elementos en la obra?
-En esta ocasión, el humor negro está más presente que en otras funciones. Es una historia dura, pero a la vez tan rocambolesca, tan literaria… En este sentido, hemos tomado como referentes a Shakespeare, el romancero viejo castellano, pero también la tradición satírica española, sobre todo la más reciente: Berlanga, Azcona… Cómo hablar de cosas terribles desde el humor… era todo un reto. El proceso de creación ha sido más complejo y difícil que en otras ocasiones, ha habido momentos en los que hemos estado llena de dudas. Pero creo que hemos conseguido un espectáculo lleno de coherencia, a pesar de todos los elementos que hemos mezclado.
-¿Cómo son los personajes de esa Reina Brava a la que todos odian y la madre y la hija que se enfrentan a ella?
-Son personajes fascinantes. Dominados por sus pasiones, por sus vicios. Tienen ese punto de amoralidad que a nosotras tanto nos atrae. Presumen de ser como son, se muestran al público pletóricos, sin pudor. Son mujeres rotundas, enormes. Dignas de cualquier drama histórico de Shakespeare, de cualquier romance castellano, de cualquier tragedia griega.

Las tres protagonistas. / Susana Sanmartín
-La historia de la humanidad no anda falta de magnicidios. Está claro que “La Reina Brava” no pretende ser eso que ahora se llama un “true crime”, pero sí se inspira en una tragedia que está muy cercana en el tiempo. ¿De qué forma ha condicionado eso el texto y el montaje?
-Nuestra intención está en las antípodas del “true crime”. Tomamos el suceso real como punto de partida, como trampolín para la inspiración. De ahí saltamos al imaginario, a algo más atemporal. También nos fijamos en muchos otros personajes y acontecimientos de la vida política española de las últimas décadas. La función es una especie de retablo de los vicios, la idiosincrasia y la locura ibérica, siempre con el humor como prisma desde el que miramos el mundo que nos rodea. Y luego están, desde luego, las referencias explícitas a Shakespeare, tanto a personajes como Ricardo III, Lady Macbeth, Rey Lear, Ofelia, César… como a las situaciones dramáticas
-¿Cuál es el papel del público, que asiste desde las butacas al magnicidio y al posterior juicio?
Nosotras trabajamos siempre interpelando al público, pero en este espectáculo hemos llevado esto al extremo. Le contamos todo al público, hay una frontalidad, una complicidad directa de los personajes con las personas que hay en el patio de butacas. Para la dirección de actrices y el movimiento escénico me he inspirado en la forma en la que se representan las obras de Shakespeare en The Globe Theatre, en Londres.
-¿Este drama satírico ibérico deja una moraleja para el público o el espectador debe sacar sus propias conclusiones?
-Hay algo de cuento en la forma en que está narrado todo, pero no pretendemos ni mucho menos dar ningún tipo de lección moralizante sobre el tema. Ni en esta ni en ninguna de nuestras funciones. Plantamos a los personajes sobre el escenario, los defendemos a muerte. Y que cada quien saque sus propias conclusiones
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