Los 100 años de Manuel de Rosa de los Vientos

Nació un 18 de mayo de 1925, pero su nacimiento no fue inscrito en el Registro hasta el 21 de mayo. Ayer Manuel González Rúa, de Bueu, cumplió oficialmente 100 años. Una fecha que incluyó una fiesta sorpresa para este nuevo centenario

Manuel González, con su tarta de 100 años, y a su lado su yerno Manuel Otero, que ayer cumplía 75 años.

Manuel González, con su tarta de 100 años, y a su lado su yerno Manuel Otero, que ayer cumplía 75 años. / Santos Álvarez

Bueu

«El truco de vivir 100 años es ser tranquilo, tomar vino y disfrutar de todo lo bueno. Y aunque haya malos momentos, llevarlos con tranquilidad». El consejo es de Manuel González Rúa, vecino de Bueu, de la familia fundadora de Frigoríficos Rosa de los Vientos y que ayer sopló las velas por sus 100 años. Y a la vista del magnífico estado en el que llega al siglo de vida conviene hacerle caso. Porque además a lo largo de su extensa trayectoria vital tuvo que hacer frente a todo tipo de embates del destino.

Ayer en el centro de día Contigo, del que es usuario, le organizaron una fiesta sorpresa por sus 100 años, que incluyó la actuación de la comparsa Os Mulos. Tenía que ser necesariamente una sorpresa porque Manuel es de los que cree que los homenajes a veces traen mal fario. «A día de hoy nos cuesta imaginar una vida tan rica y llena de experiencias como la de Manuel. Cada día que compartimos con él es un regalo y los momentos en los que lo vemos sonreír son realmente especiales», cuentan desde el centro de día Contigo, en el barrio de Banda do Río de Bueu.

Manuel González Rúa es natural precisamente de este barrio bueués y su vida está inevitablemente vinculada al mar, aunque en realidad él confiesa que hubiese preferido trabajar en tierra. «No quería ir al mar, me hubiera gustado ser mecánico. Prefería tener las rodillas sucias y en cuanto empecé salir al mar tuve que ponerme pantalones largos y boina», cuenta.

Esa alusión a las rodillas tiene su explicación. Durante su infancia vestía pantalones cortos y con el resto de los niños de su edad jugaba a los trompos, la canicas o con los aros de hierro. «Mi madre siempre me reñía porque llegaba a casa con las rodillas sucias y tenía que lavármelas todos los días», recuerda con evidente nostalgia.

La venta de pulpo en Vigo y la distribución a Argentina y Estados Unidos

Sus progenitores se dedicaban a la pesca: el padre iba al mar y su madre y hermanas se encargaban de tratar el pulpo. «El pulpo pasaba por el proceso de ‘media cura’, que consistía en dejarlo al sol uno o dos días. Cuando soplaba el viento del norte las olas traían yodo que, combinado con la luz solar, ayudaba a curar la piel del pulpo y darle un toque blanquecino.

Durante ese tiempo había que darle vueltas al pulpo para evitar que se quemase», rememora Manuel. En cuanto estaba listo lo llevaban a vender a Vigo y su familia ya entonces mostraba iniciativa emprendedora porque el cefalópodo de mayor tamaño se enviaba a Argentina y otra parte a Estados Unidos.

Una de las aficiones que aún conserva hoy en día Manuel es trabajar la madera para crear maquetas de barcos. Una pasión que viene del que fuera su maestro en la escuela del pósito, un profesor originario de Pamplona y al que llamaban «El Navarro», que enseñó a los jóvenes a trabajar la madera.

La muerte de su padre y el trabajo en el mar

El primero de los grandes reveses que le dio la vida a Manuel fue la muerte de su padre, a causa de una alergia a la lactosa, cuando él tenía 14 años. La familia tenía dos barcos y el joven Manuel tuvo que asumir el mando de uno de ellos. Además llegó la Guerra Civil, con lo que las tripulaciones estaban formadas por niños y hombres mayores porque el resto eran llamados a filas. De aquel tiempo tiene grabada una anécdota: «Yo era uno de esos niños que debió ir al mar. En mi barco había un hombre mayor, bastante ruin, que se metía conmigo. Después de medio año trabajando a su lado lo desafié. Quería ver quien podía “virar” el barco a remo, si él o yo, sin la ayuda de los demás tripulantes. Gané yo sin lugar a dudas y logré que se le bajaran los humos».

A los 18 años comenzó una relación con la que sería su esposa, Mercedes, que era atadera. Al principio no fue fácil porque ella no tenía buena relación con su padre y esperaron a los 24 años para casarse. De ese matrimonio llegaron Manuela y luego Mercedes. En el parto de la hija pequeña la mujer sufrió un derrame que le afectó desde las piernas hasta los pulmones. Los médicos eran muy pesimistas y la situación se volvió crítica, hasta la llegada de una medicina llamada euromicina.

El temporal que se llevó por delante su casa en 1964

Una vez superado este difícil trance llegó otro. En 1964 un temporal arrasó su casa y «tuvimos que escapar por la ventana para salvar la vida». Poco después emigró a Ondarroa en busca de mejores condiciones laborales, aunque volvió enseguida porque las promesas que le hicieron eran falsas. A continuación se embarcó para ir al Gran Sol como segundo de máquinas. La experiencia tampoco fue buena porque el cocinero les escamoteaba la comida.

Manuel González Rúa junto a su hija y su yerno, Mercedes y Manuel, y sus nietos Manuel y Pilar, como fundadores de Frigoríficos Rosa de los Vientos.

Manuel González Rúa junto a su hija y su yerno, Mercedes y Manuel, y sus nietos Manuel y Pilar, como fundadores de Frigoríficos Rosa de los Vientos. / Rosa de los Vientos

Así, Manuel González decidió volver a empezar y compró un barco para trabajar él mismo en la bajura. Un día uno de sus marineros cayó al mar tras quedarse enganchado con una piedra del rastrillo [un aparejo de pesca]. Entre Manuel y el resto de los tripulantes consiguieron rescatarlo, utilizando un bichero para sujetarlo por la ropa. La experiencia marcó tanto a Manuel que decidió vender la embarcación, colocar a sus tripulantes en el barco de su yerno, también llamado Manuel y casado con su hija Mercedes. Pocos días después él mismo le pidió a su yerno que lo embarcase y la familia comenzó una época de prosperidad.

Su hija Mercedes abrió un bar con el nombre de «Rosa de los Vientos», en honor al barco de la familia, y con el tiempo se convirtió en Frigoríficos Rosa de los Vientos, en el puerto de Marín. Una empresa que gracias a toda esa experiencia previa en el mundo del mar es un referente en la comercialización de los productos del mar de Galicia.

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