Xornadas Gastronómicas Bueu en Feminino | Amelia González Fundadora y cocinera de Casa Solla junto a José G.Solla

«Yo no sabía nada de cocina; pero si pudiera volvería a empezar otra vez en la cocina»

La cocinera y madre de Pepe Solla recibirá un homenaje el sábado, a las 12.30 horas, en el salón de plenos del Concello de Bueu dentro de los actos del Día de la Mujer

Amelia González, fundadora de Casa Solla junto a su marido José González Solla y madre del cocinero Pepe Solla.

Amelia González, fundadora de Casa Solla junto a su marido José González Solla y madre del cocinero Pepe Solla. / Gustavo Santos

Bueu

Bueu celebra hasta el sábado la tercera edición de sus Xornadas Gastronómicas En Feminino. Una docena de locales ofrecen estos días una serie de tapas especiales y las jornadas culminarán un homenaje a la cocinera Amelia González, de Casa Solla y que tiene 87 años. Un reconocimiento que dará continuidad al celebrado en las ediciones previas a Beatriz Sotelo y Toñi Vicente

Amelia González tiene 87 años de edad, pero al hablar con ella lo que transmite es una enorme vitalidad, alegría y amor. Amor por los suyos, amor por la cocina y amor por la trayectoria que ha permitido convertir a Casa Solla en el restaurante gallego con más años distinguido con una Estrella Michelin. Desde 1980 hasta la actualidad. Este sábado, a las 12.30 horas, estará en Bueu para recibir un merecido homenaje por parte de la hostelería local y del Concello.

—¿Cómo recibió la noticia del homenaje que le preparaban desde el Concello de Bueu con motivo del 8-M?

Al principio un poco nerviosa porque yo no me esperaba esto. Pero al mismo tiempo es una ilusión muy grande, se han preocupado mucho por mí y la verdad es que ahora estoy muy contenta y satisfecha.

—Este reconocimiento llega cuando están a punto de cumplirse 65 años de la apertura de Casa Solla como tal.

Es mucho tiempo y puedo decir que ha sido un trabajo satisfactorio. Cuando me casé con mi marido [José González Solla, fallecido en 2020] me dijo que su gran ilusión era tener un restaurante y me pidió que yo me encargase de la cocina. Él se iba a encargar de los comedores, de las visitas... y yo de la cocina. La verdad es que al principio yo no sabía nada de nada de cocina. Pero si se le pone voluntad se puede llegar a donde uno quiera.

—¡No me puedo creer que no supiese nada de cocina!

Es verdad [risas] Teníamos a dos cocineras que preparaban comidas para bodas y banquetes y con ellas empecé a meterme en la cocina de verdad. En una época en la que no había escuelas de cocina ellas fueron mi escuela. Luego empezaron a llegar cocineros de otros lugares, gente que venía a formarse y a hacer prácticas y la cocina fue evolucionando mucho. Pero siempre tomando como base la cocina gallega.

—Y en esto llegamos al año 1980 y consiguen la Estrella Michelin.

Para entonces ya llevábamos casi 20 años trabajando porque el restaurante se abrió en 1961. Ya teníamos mucha trayectoria y por entonces ya preparábamos aquel lenguado especial, desespinado y con una salsa meunière y el suflé de postre. La concesión de la Estrella Michelin nos dio un nuevo empuje y fue el resultado de un conjunto de cosas: los comedores, la limpieza, el servicio y, claro, la comida.

Amelia González, ayer en Poio, será homenajeada el sábado en Bueu dentro de las Xornadas Gastronómicas Bueu en Feminino.

Amelia González, ayer en Poio, será homenajeada el sábado en Bueu dentro de las Xornadas Gastronómicas Bueu en Feminino. / Gustavo Santos

—Se suele decir que lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Y Casa Solla puede presumir de mantener esa distinción desde hace 46 años.

Es verdad. Es un gran mérito que el restaurante siga funcionando y que pueda mantener esa estrella. Eso es gracias al esfuerzo, al trabajo y a la calidad. ¡El restaurante con Pepe [Solla, su hijo] quedó en buenas manos!

—Los organizadores de este homenaje del sábado en Bueu destacan de usted su trabajo «a la sombra» como una de las claves del éxito de Casa Solla. Un trabajo que también incluía el cuidado de los hijos, de la casa...

Estoy de acuerdo, pero a mí me gustaba. En aquel momento no podíamos pagar a una persona para que se ocupase de los niños, pero nunca les faltó nada y lo llevaron perfectamente. Cuando crecieron un poco durante los fines de semana ayudaban a su padre con el servicio y a poner las mesas. Ya de aquella Pepe parecía que llevaba algo dentro. Yo siempre estuve muy a gusto en la cocina y cada vez me gustaba más. Estoy orgullosa de todo el trabajo que hicimos y si tuviera la oportunidad de empezar de nuevo volvería a la cocina.

—Como seres humanos tenemos la necesidad de comer todos los días. ¿Es posible jubilarse de la cocina?

¡Hay que jubilarse! Yo me jubilé a los 65 años, aunque es cierto que seguí unos cuantos años más en la cocina echando una mano y ayudando. Ahora ya solo cocino en casa, para mi hija, mi yerno, mis nietos... Sigo siendo feliz en la cocina, no me aburre para nada.

—De todos los platos que preparaban en Casa Solla, ¿cuál era su preferido?

Aquel lenguado especial. Lo servíamos en cuatro rollos desespinados, con aquella salsa meuniére y unas vieitas. Era algo exquisito.

—¿Qué es lo mejor para un cocinero?

Que el cliente disfrute. Saber la esencia de tu trabajo y procurar que guste. Comer bien es algo que no se olvida nunca. Y que la gente, además de pagarte, venga a darte las gracias porque ha comido bien y le gusta lo que has hecho es muy satisfactorio.

Tracking Pixel Contents