Irene «de Fermina», centenaria por San Amaro
Vive en la Rúa do Medio da Aldea, en Herbello, en la misma casa donde nació el 15 de enero de 1925, con su parroquia de Aldán festejando a San Amaro. Se casó antes de los 20, tuvo cinco hijos, trabajó en las fincas y como carretera junto a su marido, Eugenio, y cien años después sigue celebrando la vida.

Irene Rodríguez Moledo, sentada frente a su casa en el lugar de Herbello (Aldán). / G.M.P.
Cuando se pregunta en Herbello por la casa de Irene Rodríguez Moledo, su vecina centenaria, una mujer que retira las malas hierbas en una finca próxima no tarda en señalar con la mano hacia la casa donde vive «Irene de Fermina», añadido con el que se conoce a los descendientes de su abuela, Fermina Acuña Vilas, que a finales del siglo XIX dejó Cangas para establecerse en Aldán. Seguramente Fermina acompañó a la pila bautismal a su nieta Irene un 15 de enero de 1925, cuando la parroquia celebraba a San Amaro como lo hizo ayer, el día en que cumplió cien años. La ceremonia familiar será el domingo, probablemente, porque las ocupaciones laborales hacen difícil juntarse antes, aunque el colectivo vecinal ya le habrá hecho llegar sus felicitaciones y un ramo de flores por su primer siglo. «Teño pensado soplar as velas, aínda teño forzas», anuncia.

Sobre un carro de bueyes guiado por su marido, Eugenio Álvarez Menduíña. / FdV
Hija de Manuel Rodríguez Acuña y Carmen Moledo, Irene fue la menor de seis hermanos y la única mujer. Nació en la misma casa en la que aún vive con su hijo mayor, Manuel, y su nuera Asun, y que todavía conserva algunas características de su quehacer diario en sus cien años de vida, centrados en las tareas agrícolas y ganaderas: una cruz labrada sobre el dintel de lo que fue en su día la cuadra de los bueyes recuerda la antigua tradición de «espantar o meigallo» que podría atribular a las reses, y una argolla metálica en la pared exterior indica el lugar donde se ataban los animales mientras se procedía a la carga y descarga de las mercancías que trasladaban.

Irene Rodríguez Moledo "da Fermina", centenaria de Herbello, en Aldán. / G.M.P.
Oficio de carreteros
Las vacas y los bueyes eran entonces practicamente la única fuerza de trabajo. Y también lo que le dio de comer a la familia, como constata una instantánea que les hizo un fotógrafo itinerante que pasó por Herbello a mediados del siglo pasado y pidió permiso a su marido, Eugenio Álvarez Menduíña, para retratarlo guiando el carro de bueyes y con su mujer erguida sobre la «canisada» de mimbres. Eran carreteros –ella le enseñó a él a conducir los bueyes, matiza la familia– y trasladaban lo que pidiera el cliente, desde vigas de madera de carballo o eucalipto para construir viviendas o cuadras hasta barriles con la cosecha de los bodegueros hasta las tabernas o los puestos de feria donde se servía el vino.
"Era a número 1 bailando a jota e a muiñeira", recuerda uno de sus hijos. "Aínda estou ben, non teño queixa", confirma ella
Eugenio, que además de marido era primo suyo –lo que no fue una traba para casarse rondando los 20 años, ella dos menos que él–, también ejercía de tonelero, carpintero o albañil, entre otras ocupaciones. «Amañábase a todo», asiente Irene a las palabras de su hijo mayor. Eran tiempos difíciles y había que alimentar a la pareja y sus cuatro hijos: Manuel, Eugenio, José y Mª Carmen. «Máis ou menos sempre fomos tirando», aprueba, y su hijo incide en que a su madre incluso le quedaba tiempo para divertirse: «Era a número 1 bailando a jota e a muiñeira».
El marido de Irene falleció en el año 2000, y antes o después murieron también sus cinco hermanos, aunque ella no tiene prisa por dejar este mundo. «Toma dúas ou tres pastillas ao día, pero nunca tivo ningunha enfermidade grave; só agora algúns problemas de oído», asegura su familia. «Estou ben, non teño queixa», confirma ella mientras pasea de ganchete por el entorno de su casa en Herbello, con cien velas encendidas.
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