Un tesoro rescatado de las polillas y del olvido

El Museo Massó recupera las planchas de impresión de dos libros sobre su colección y editados en 1940 y 1948

Xisela Pastoriza (izquierda) y Alma Rodríguez (derecha) se encargan de la catalogación de las planchas de impresión de los Massó.   | // G.N.

Xisela Pastoriza (izquierda) y Alma Rodríguez (derecha) se encargan de la catalogación de las planchas de impresión de los Massó. | // G.N. / david garcía

La tramitación del ansiado y necesario proyecto de ampliación del Museo Massó no detiene la actividad diaria en sus dependencias ni su trabajo para conservar algunos de los tesoros de su interior. Uno de los mejores ejemplos es el trabajo que están realizando dos documentalistas con la conservación, identificación y catalogación de más de 250 matrices o planchas de impresión de dos libros editados por la familia Massó en la década de 1940. Un material excepcional sobre dos joyas bibliográficas que a punto estuvo de ser devorado por las polillas y, peor aún, por el olvido.

El Museo Massó continúa atesorando en sus entrañas un enorme patrimonio cultural e histórico. Una herencia que a veces se revela casi por sorpresa, como las cajas de cartón sin identificar que estaban en una de las naves cedidas en su día por el Concello de Bueu. Durante una inspección a aquellas instalaciones, en el año 2010, surgió un valioso legado de la familia Massó: centenares de matrices de impresión de libros y catálogos editados por los Massó. Un material que ahora mismo afronta el proceso final de su restauración, catalogación e identificación.

Esas planchas de impresión se corresponden básicamente con tres importantes publicaciones impulsadas por los Massó en la primera mitad del siglo pasado: “Cien obras de la Colección Massó”, “XX Incunables de la Colección Massó” y “Canto popular gallego”, editadas entre 1940 y 1948.

Los dos primeros libros se centraban en los fondos de su impresionante biblioteca. “Cien obras de la Colección Massó” es un estudio de 1940, firmado por el famoso librero Francisco Vindel –su padre, el también el también librero Pedro Vindel, fue quien encontró el pergamino con las canciones del trovador Martín Codax– sobre los volúmenes más destacados de los fondos bibliográficos del museo. Ese libro se imprimió en el taller de artes gráficas M.Roel, en Vigo, en abril de 1940. Solo se editaron 500 ejemplares, tal como se especifica en las primeras páginas: “400 en papel couchet, numerados del 1 al 400 y 100 en papel registro numerados del 401 al 500”.

La segunda de esas publicaciones se centraba de manera específica sobre los incunables de la colección Massó –los libros que fueron impresos antes del año 1500– y que en aquel momento eran 20 [posteriormente se incorporó un volumen más]. Este libro contaba con un prólogo del arabista y crítico literario Ángel González Palencia y fue impreso en los Talleres Tipográficos de Góngora, en Madrid, en marzo de 1948. Este volumen contaba con una edición todavía más limitada: “Tirada de 400 ejemplares numerados para distribución privada. Los números 1 a 100 encuadernados en medio pergamino, puntas. Los números 101 a 400 a la rústica”, se puede leer al principio.

Todo indica que las unidades de las ediciones limitadísimas de estos dos libros eran una especie de “regalo de empresa” para visitantes de especial relevancia e importancia.

Lo realmente llamativo no es solo que los hermanos Massó se preocupasen de impulsar la edición de estos dos volúmenes tan singulares, sino que quisieran guardar las planchas con las que se imprimieron esos libros, que incluían más de 300 reproducciones de ilustraciones tipo facsímil. “Es algo completamente excepcional, es un material que normalmente se quedaba en la imprenta o que se acababa perdiendo”, explica Covadonga López.

Los Massó no solo reclamaron a las imprentas que les entregasen esas planchas, sino que rizaron todavía más el rizo. Esas placas están formadas por una placa de zinc, que era la que se entintaba e iba a la máquina de impresión. A su vez, esa pieza de zinc estaba adherida a un taco de madera para que la plancha tuviese fondo y se pudiese manejar.

Pero, ¿cómo facilitar una identificación rápida de cada una de esas matrices de impresión? Pues empaquetando, literalmente, cada una de ellas con una reproducción en papel de esas imágenes. Un trabajo manual y completamente artesanal.

Entre esas reproducciones había escenas de “La Divina Comedia”, de Dante Aligheri, o del famoso “Liber Chronicarum”, que es un libro editado en 1493 y que es una especie de compilación de la historia del mundo basándose en la Biblia. Una de sus características es que cuenta con más de 1.800 ilustraciones de los talleres de los artistas Wolgemut y Pleydenwurff, el primero de los cuales fue el maestro de Alberto Durero.

La directora del Museo Massó recuerda que todo este material estaba depositado en unas cajas de cartón sin identificar y a merced de insectos como las polillas. “Se encontraban en uno de los espacios del complejo de la conservera Massó recién integrado en el museo. Inmediatamente se limpiaron y se trasladaron a unos embalajes más adecuados y se procedió a su identificación para incorporarlas a las colecciones del museo e iniciar el proceso de conservación, restauración y estudio”, detalla Covadonga López.

A partir de entonces comenzó el laborioso proceso de restauración. Entre 2012 y 2013 se trabajó sobre las planchas del “Canto popular gallego”, que eran las que estaban en peor estado. Este volumen es una recopilación de cantos tradicionales de Galicia y está integrado dentro de la exposición permanente del Museo Massó, en una de las vitrinas de la Sala Noble o Sala de Navegación.

Ahora los esfuerzos se concentran en las dos publicaciones sobre la colección Massó y las responsables de su inventariado, catalogación y documentación son las documentalistas Xisela Pastoriza y Alma Rodríguez. Hace unos días el conselleiro de Cultura, Román Rodríguez, durante su visita al Museo Massó pasó por el taller de restauración y se interesó por su trabajo.

Un "confinamiento" de anoxia para garantizar su supervivencia

Este proceso de recuperación se remonta a antes de la pandemia y desde el Museo Massó explican, con un punto de buen humor, que las planchas de impresión pasaron por su propio periodo de confinamiento. “Se sometieron a un proceso llamado anoxia. Se trata de guardarlas en una serie de bolsas especiales al vacío y al quedarse sin oxígeno se consigue eliminar las polillas y otro tipo de insectos que pudiesen atacar la madera y el papel”, ilustran.

El conselleiro de Cultura, Román Rodríguez, se interesó por esta recuperación en la visita que realizó hace unos días al Museo Massó para presentar el proyecto de ampliación.   | // SANTOS ÁLVAREZ

Las planchas de impresión están formadas por un taco de madera y una placa de zinc con el relieve. / Gonzalo Núñez

La recuperación de estas planchas permitirá al Museo Massó contar entre sus fondos con un testimonio inmejorable de un sistema de impresión histórico y completar la cuadratura del círculo. “Tenemos los libros originales que inspiraron esas publicaciones, tenemos también ejemplares de esas publicaciones y ahora también las matrices con las que se imprimieron”, resume Covadonga López.

Las planchas de impresión pasarán a formar parte de los fondos del Museo Massó, ya perfectamente identificadas y catalogadas, y podrán ser usadas para exposiciones o complementar el discurso expositivo.

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