La Escola de Balea crece

Exalumnos de don Armindo Rodríguez amplían la reunión a todas las generaciones que pasaron por el antiguo centro escolar cangués

El grupo de exalumnos de la Escola de Balea, en las letras gigantes de Cangas.   | // G.N.

El grupo de exalumnos de la Escola de Balea, en las letras gigantes de Cangas. | // G.N. / Cristina González

Una foto de 91 alumnos de la antigua Escola de Balea, que aprendieron y sufrieron con don Armindo Rodríguez aquella enseñanza de “la letra con sangre entra”, fue el motivo para que cuatro de aquellos niños, hoy ya jubilados -José Refojos “Nené”, José María Vilas, Alfonso Calvar y Andrés Jesús Rodríguez-, emprendieran una iniciativa para reunir a todos los que fuera posible. Tal ha sido la aceptación, que la reunión se ha ampliado, no solo a los niños de aquella foto, sino a todas las generaciones que pasaron por la Escola y por el maestro don Armindo.

De aquella primera generación están Ezequiel González “Talito”, que entró con 5 años, cuando era maestro don José y permaneció hasta los 13, hasta que se fue al instituto Santa Irene y empezó a trabajar en una fábrica de redes: y Joaquín Cabral que llegó a la escuela con 9, procedente de la Academia, para ir también al Santa Irene y después optó por trabajar en el mar. De la segunda generación están Enrique González, que estudió en Balea desde los 6 hasta los 14 y ahí acabó; o de la tercera, Manuel Martínez, que casi fue la última, en el curso 65-65. Estuvo desde los 6 hasta los 11 años y estrenó el instituto Rodeira con Nené Refojos.

En primer término, sentados, Ezequiel González, Nené Refojos y Joaquín Cabral, con Manuel Martínez y Enrique González, detrás, con los libros de aquella época.   | // G.N.

En primer término, sentados, Ezequiel González, Nené Refojos y Joaquín Cabral, con Manuel Martínez y Enrique González, detrás, con los libros de aquella época. / G.N.

Todos recuerdan la “leña” que recibían del maestro con la goma de su lambretta, cuando no se sabían la lección o no hacían los deberes, como también si llegabas tarde, el pasillo de rodillas por el centro del aula, entre los niños batiendo los pies contra el suelo, hasta don Armindo; o cómo uno de los compañeros que tenía una tienda, llevaba la tapa de la lata del mebrillo por debajo del pantalón para aliviar las zurras del profesor. No olvidan tampoco aquella anilla que colgaba de un clavo y que había que descolgar cada vez que se iba al baño:.“Si no lo hacías, leña”. Ninguno olvida a aquel compañero que le respondió a don Armindo “David son eu”, cuando le preguntó por la historia bíblica de David y Goliat y cómo el profesor le metió en el cubo de la leche y lo sacó por la ventana que daba a la cantera, a muchos metros de altura. Es verdad que era el mismo cubo de la leche que don Armindo repartía a los otros niños de Darbo que no eran de la escuela pero que tenían hambre.

De aquella antigua foto de niños ya hay 72 controlados, 11 han fallecido, faltan 9 por localizar y se han sumado 25 nuevos.

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