La obra para acondicionar la sala del “Bueu romano” en Pescadoira está por fin en marcha. Después de las modificaciones en las anualidades del convenio de financiación con la Consellería de Cultura los trabajos arrancaron ayer, con una duración estimada de seis meses. Esta primera fase incluye el acondicionamiento del bajo y una nueva excavación en el entorno para comprobar el estado de los yacimientos y su estabilización.
El futuro museo se ubicará en un bajo que recibió el Concello de Bueu durante las obras de la urbanización de Pescadoira. La empresa contratista, Construcciones y Diseño Luicoin, se encargará de la construcción del cierre exterior, la colocación de pavimentos, divisiones interiores, fontanería, electricidad, revestimientos interiores, carpintería exterior, mobiliario, ventanas y nueva puerta de acceso, entre otras actuaciones.
En paralelo también estará en la zona la empresa especializada en trabajos arqueológicos Anta de Moura, que se encargará del control arqueológico que exigía la Dirección Xeral de Patrimonio en su autorización. Así, los arqueólogos aprovecharán para excavar en terrenos en los que no se había actuado hasta la fecha y que podrían estar afectados por los trabajos en el interior de la sala; realizarán un diagnóstico del estado que presentan los elementos protegidos; y deberán realizar un seguimiento a las obras de la constructora, en especial en lo referido a los movimientos de tierra, empleo de maquinaria, almacenamiento de material y los movimientos del personal de obra.
La segunda fase del “Bueu romano” será el proyecto de musealización, cuya redacción y contenidos se concretarán después de las excavaciones que se realizarán en los próximos meses.
El proyecto está cofinanciado con la Consellería de Cultura y los trabajos que arrancaron ayer están presupuestados en casi 190.000 euros. Desde el Concello de Bueu aseguran que la intervención supondrá transformar el municipio “en un gran museo del mar”, con una ruta que incluirá el Museo Massó; el astillero de Banda do Río, que es el único que se conserva en la ría de Pontevedra; o la salazón de Mourisca.