Entre las cuatro y las cinco de la madrugada del domingo el agua no dejaba de caer del cielo. El paso de la borrasca “Beatrice” dejaba intensas lluvias y vientos. Y en medio de la noche el vigilante de seguridad que estaba de guardia en el interior del Museo Massó escuchó un fuerte ruido en el exterior. Y a los pocos segundos el agua empieza colarse por debajo de la puerta principal del recinto.
Justo delante de la entrada del museo se acababa de romper una tubería municipal de abastecimiento y el agua comenzaba a entrar en el edificio. La primera reacción del vigilante fue coger todo lo que tenía a mano, como alfombras, periódicos, cartones y cualquier otra cosa a su alcance para taponar el agujero en la acera. Todo un acierto porque así consiguió frenar y ralentizar la entrada de agua en el interior del Museo Massó. Solo entonces llamó a la Policía Local, que le ayudó a controlar la inundación, y se avisó a la concesionaria municipal, que pasadas las 6.30 horas de la mañana consiguió cerrar las llaves de paso.
“Gracias a su rápida actuación evitó daños más graves sobre los fondos y la colección del museo, sobre todo en el almacén de compactos”, explica la directora del Museo Massó, Covadonga López. El almacén de compactos está en un lateral de la sala de exposiciones temporales, situada al fondo de la planta baja, y en su interior alberga fondos de gran valor histórico y artístico: documentos, gravados, documentos, dibujos, pinturas...
Entre los fondos más relevantes están los cuadros de gran formato de Urbano Lugrís, que formarán parte de la futura Sala Lugrís que se creará con la obra de ampliación. “El agua llegó hasta este lugar, pero justo en la entrada hay un desnivel y se quedó allí encharcada. Pero si hubiese entrado más agua habría afectado gravemente a esos fondos porque el mobiliario está sobre el suelo y los cuadros de Lugrís están apoyados sobre un estante a pocos centímetros de altura”, explica la directora.
El agua anegó el vestíbulo, la sala dedicada a la conserva y parte de la sala de exposiciones temporales. Pero afortunadamente no causó desperfectos. En primer lugar porque todo el suelo es de piedra –ayer aún eran perfectamente visibles los restos de humedad– y, en segundo lugar, porque todos los fondos están sobre tarimas y zócalos. El agua no alcanzó la altura suficiente y ni siquiera los rozó. “Esta vez incluso se puede decir que algunos de los problemas de accesibilidad del museo fueron una ventaja: las rampas que hay en la sala de la caza de la ballena y en la propia sala de exposiciones temporales impidieron que el agua llegase a más lugares”, explica Covadonga López.
El Museo Massó permaneció cerrado toda la jornada del domingo y el lunes, que es el día de descanso del personal. Ayer pudo reabrir sus puertas con total normalidad, únicamente con los vestigios de humedad del domingo. La dirección destaca el enorme trabajo realizado por los vigilantes de seguridad y de sala, así como por la trabajadora del servicio de limpieza. “Hicieron un trabajo impresionante y a las tres de la tarde del propio domingo el museo estaba impoluto. Si tuviésemos horario de apertura de tarde se habría podido abrir perfectamente”, alaba Covadonga López.
El museo bueués ofrece un recorrido por la historia de la navegación, del mar y de la explotación de sus recursos. Y esta vez, literalmente, se salvó de un naufragio gracias a la pericia e implicación de sus tripulantes.