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Festival Internacional de Cine de Bueu

De distopías y modos de vida en extinción

Brutalia abre la jornada con una perturbadora metáfora social | El sonido de la noche y la lusa O que resta reflexionan sobre una modernidad que arrasa con lo conocido

Proyección de Brutalia, días de trabajo, ayer en el FICBueu. | // SANTOS ÁLVAREZ

Sociedades distópicas o sociedades en un despiadado proceso de cambio que no tiene reparos en dejar por el camino los cadáveres de aquellos que no son capaces de subirse a ese tren en marcha. La cinematográfica voz de esas víctimas se escuchó ayer en el Centro Social do Mar con motivo de la segunda jornada de la Sección Internacional del Festival de Cine de Bueu, con cuatro propuestas diferentes pero con el nexo común de protagonistas que buscan algo tan humano como encajar en ese rompecabezas que son la sociedad y la vida.

El menú obvió aperitivos y comenzó con un plato tan contundente y apetecible como el de Brutalia, días de trabajo, de Manolis Mavris, ganadora de la Semana de la Crítica en Cannes y sin duda una de las apuestas más interesantes y originales del programa. La coproducción greco-belga es una perturbadora distopía con una sociedad construida a imagen de una colmena, con una estructura matriarcal perfectamente jerarquizada en la que cada elemento debe cumplir –y cumple– un determinado rol. Y como en cualquier distopía que se precie debe haber una nota discordante, alguien que encienda la mecha del descontento al percibir el sinsentido de esa violencia implícita –y explícita– del modelo implantado. Convence el film por su impecable guión, su notable factura y por saber deslizar algún toque de humor negro e incluso de reivindicación de género.

También habla de género la suiza Über Wasser (En tierra firme), de Jela Hasler, aunque de un modo diferente. Eli, la protagonista, no se enfrenta a una sociedad imaginaria, sino a una muy real, marcada por la misoginia y la violencia hacia la mujer, en diferentes grados. A lo largo de una jornada de verano en Zürich experimenta en su propia piel un abanico de micro/macromachismos que la van llenando de frustración e impotencia. Desde las impertinencias verbales a las miradas lascivas o directamente el acoso, lo que debería ser un día normal en su vida se convierte en un tour de force para poder sobrevivir en un mundo sexista que la hostiga sin ningún tipo de justificación. Hasta que esa rabia acumulada la hace estallar. Una historia muy concentrada pero quizás más real de lo que a cualquier espectador le gustaría.

Somleng Reatrey (El sonido de la noche) y O que resta navegan por otras aguas, pero también invitan a la reflexión, a ver cómo determinados modos de vida están abocados inexorablemente a la extinción, borrados por una modernidad que no entiende de sentimentalismos. El corto camboyano de Chanrado Sok y Kongkea Vann bucea en la vida de Vibol y Kea, dos hermanos que se ganan la vida con un puesto ambulante de noodles en las noches de Phnom Penh, entre delincuentes y prostitutas. Son dos buscavidas, al igual que otros personajes de la noche, tirando de una economía de supervivencia que contrasta con los neones y los altos edificios de una ciudad en franco crecimiento. Y soñando con un futuro mejor que ni tan siquiera saben dónde puede estar.

En cambio, el protagonista de O que resta no piensa en ese futuro, sino en un presente que se ha vuelto incomprensible para él. El director Daniel Soares construye una atípica road movie con este hombre mayor abocado a salir a la carretera en un destartalado coche con su último carnero para poder venderlo. El O que resta del título hace evidente referencia al único animal que le queda, pero también a lo poco que falta para que ese modo de vida desaparezca, una idea que se traduce en imágenes tan poderosas como el encuentro del protagonista en una gasolinera con un camión de grandes dimensiones para el transporte de animales, un vehículo que literalmente lo hace desaparecer de la pantalla, convirtiéndolo en invisible. Sin duda, la cinta luso fue un buen final para una jornada muy completa.

Programa de hoy:

Sección Retrospectiva.

La tercera jornada de proyecciones en homenaje a la Escuela Oficial de Cinematografía de España se centrará en su etapa de mayor esplendor, entre 1963 y 1969. Bajo el título “De los nuevos cines a la disidencia” se podrán ver Los días perdidos, de Víctor Erice; Ágata, de Iván Zulueta; y La caza de brujas, de Antonio Drove. La entrada es gratuita.

17 horas, Centro Social do Mar.

Sección Internacional.

Hoy podrán verse otros cuatro cortometrajes dentro de la principal sección del certamen, la que opta al grueso de los premios. El menú de hoy incluye la francesa L’Enfant salamandre (El niño salamandra), de Théo Degen; la británico-canadiense Affairs of the art (Asuntos del arte), de Joanna y Les Mills; la neerlandesa In flow of words (En el flujo de las palabras), de Eliane Esther Bots; y la brasileña Fantasma Neón, de Leonardo Martinelli.

Doble sesión a las 19 y las 21 horas, en el Centro Social do Mar.

Coloquios con cineastas.

Entre las dos sesiones de la Sección Internacional se celebrará un coloquio abierto al público en el que también estará presente el actor del filme In flow of words, Nenad Popovic.

20.30 horas, Punto de Encuentro.

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