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Ana vallés | Directora, autora y actriz

“Como espectadora siempre recibo el desnudo como un regalo y para mí es belleza”

Hoy representa en el Auditorio “El diablo en la playa” primera parte de una trilología con “Inloca” y “Fráxil” que se estrenará en 2023

“Como espectadora siempre recibo el desnudo como un regalo y para mí es belleza” Juancho Gianzo

Los espectáculos de Matarile y Ana Vallés se han presentado en ciudades de varias partes del mundo como Boston, Belgrado, París, Novi Sad, Porto, Leipizig, Bolonia o Edimburgo, entre otras. Hoy llega a Cangas para presentar, en el Auditorio Xosé Manuel Pazos Varela (22:30 horas) y dentro de la Mostra Internacional de Teatro Cómico e Festivo, “El diablo en la playa”, una producción de 2020,con cinco candidaturas en los Premios Max de este año,. En ella Ana Vallés -autora y directora de la obra- muestra el caos de una manera filosófica, con el diablo encarnado en la fragilidad, mostrando su lado cómico, y la playa como espacio simbólico entre la tierra y el mar. Sobre el escenario, Celeste González, una mujer trans que es todo delicadeza; y Claudia Faci, la alegoría del demo. Sus desnudos en las tablas son más que desnudos.

–¿Qué mensaje lanza al público en su obra?

–No pretendo lanzar un mensaje concreto, un punto de vista inequívoco y huyo de emitir juicios de valor. Si hay algo que emana de El diablo creo que es la fragilidad: la fragilidad de los cuerpos, de los conceptos, de las creencias, de la propia vida. Y todo desde la contundencia de los cuerpos y de la rotundidad de nuestras dudas; desde el humor, el erotismo y la plástica.

–¿Por qué la figura del diablo y por qué la playa?

–El diablo es una maravillosa figura ambivalente. Por un lado, encarna todas las tentaciones, provoca todos los pecados. Y por otro, es el ángel más bello del paraíso, el preferido de dios que por su soberbia, por querer ejercer su poder creador, es condenado a vagar sin rumbo: es la figura del desarraigado y del errante y también es la figura que encarna la tentación de crear, como dios, a partir de la nada; la esencia del arte. De hecho, una de los nombres del diablo es Lucifer: el portador de la luz.

Por otro lado, la playa es un espacio simbólico entre la tierra y el mar, no está en ninguno de los dos lados. La idea de la playa como no-lugar y el atractivo estimulante de tener un pie en la tierra pero otro ya instalado en el mar, los dos hundiéndose. El teatro también es un no-lugar, en sí no existe. No tiene lugar concreto, es una idea, una forma de existencia que no tiene forma material. Sólo existe como suceso, en ese breve momento de encuentro con (ante) los espectadores.–¿Nos ha metido la pandemia en un mayor caos o ha ayudado a ordenar las cosas?

–Vivimos continuamente tratando de poner un poco de orden en el caos que nos rodea. “Sólo pedimos un poco de orden para librarnos del caos”, como decimos en El diablo citando a Deleuze, uno de los puntos de partida de este trabajo. La pandemia ha agudizado esa sensación de inestabilidad y desequilibrio que el caos produce, ha reforzado nuestra consciencia de fragilidad. Bifo, al que también citamos, advierte que “los que combaten el caos perderán” y propone encontrar una sintonía con el ritmo del caos por medio de la poesía y el erotismo. En todo caso, el caos no ha ayudado a ordenar las cosas, como tú dices, y no soy tan optimista como para pensar, con Zizek, que cualquier situación caótica, catastrófica, nos ayuda a hacernos mejores.

–En la obra el arte se presenta como algo necesario para vivir ¿lo concibe así?

–Justamente eso, lo necesario para vivir, como el deseo y lo inexplicable. Es lo que nos salva de esta apariencia de orden y conocimiento que hemos construido, donde creemos que lo tenemos todo controlado y sabemos lo que son las cosas. Luchamos contra el caos pero necesitamos el caos, aquello que nos mueve y no puede ser explicado con palabras. Deleuze dice que la ciencia, la filosofía y el arte tienen en común la lucha contra el caos. Pero mientras la ciencia y la filosofía crean un paraguas que protege al hombre del caos, el arte crea una fisura en ese paraguas, una grieta por donde se filtra el caos. Y la luz.

Una de las escenas de "El diablo en la playa". Rubén Vilanova

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–¿Qué intenta reflejar con el desnudo en la obra? Por el trailer de la producción no se busca la belleza ¿no?

–Un cuerpo desnudo es un cuerpo despojado, expuesto en su absoluta y rotunda fragilidad y, al mismo tiempo, de su fuerza. Como espectadora lo recibo siempre como un regalo. Y para mí en ello hay muchísima belleza, pero eso depende del concepto de belleza que tenga el ojo que mira.

Las dos actrices sobre el escenario. Rubén Vilanova

–¿Tuvo algún problema para escoger a las actrices por estos desnudos?

–En absoluto. Nunca impongo nada que las actrices no quieran hacer.

–¿Hay algo de cómico en la obra?

–Si aceptamos que la vida, de cerca, es una tragedia, pero de lejos parece una comedia, como dijo Chaplin, entonces El diablo es cómico dependiendo de la distancia del observador.

–El espectáculo creo que forma parte de una trilogía ¿En qué momento están las otras dos partes?

–El diablo en la playa es la primera parte de la Trilogía de la fragilidad. La segunda es Inloca, estrenada en enero en coproducción con el CDN. Y la tercera será Fráxil handle with care (le he cambiado el título), prevista para 2023 en coproducción con el Teatro Español. Estamos en fase de preproducción de Fráxil, mientras mantenemos en gira El diablo e Inloca, cuya única función en Galicia será 17 de julio en el Auditorio de Santiago.

–¿Cree que la mujer está bien introducida en la dirección teatral?

–Conozco a muchas mujeres directoras y coreógrafas excelentes en España, pero seguimos en el contexto. Generalmente a las mujeres que llevamos muchos años en esta profesión se nos reconoce la trayectoria, eso es todo.

–39 años de la Mostra de Cangas ¿Cómo los valora?

–Con un vino a la salud de la Mostra, de María Armesto, la directora, y de todo su equipo. Yo he programado una sala de teatro y un festival y sé lo que cuesta mantenerlo vivo año tras año. Lo celebro infinito.

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