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“Es un golpe grande que espero superar”

Alberto Pérez Freijomil se jubila de médico de O Hío tras 33 años en el cargo, a donde llegó procedente de Abadía, en Lugo

Alberto Pérez Freijomil, ayer en la Caa del Mar de Aldán. | // GONZALO NUÑEZ

Alberto Pérez Freijomil llegaba a O Hío después de ejercer en un pequeño pueblo de Lugo, Abadía. Su estancia en el norte le habría de servir para conseguir experiencia en la medicina casi de postguerra que se vivía en O Hío. Recuerda que apenas había carretera para llegar a su puesto de trabajo, que quedaba en una casa frente a donde hoy se ubica una entidad de ahorro en el barrio de O Iglesario. Y, aunque hoy no pueda parecerlo, hace 33 años era la “prehistoria”. Recuerda que era difícil llegar y que la primera vez que salió, en su coche, a atender a un paciente a un domicilio en Donón se encontró con un pino en medio de la carretera. Porque por aquel entonces no había las ambulancias de ahora y el médico de pueblo se desplazaba en su propio vehículo. En el consultorio, por no haber no había ni agua corriente, ni tampoco ningún tipo de material médico, así que el maletín particular se antojaba imprescindible para ejercer la medicina en la parroquia de O Hío.

Alberto Pérez eligió ser médico de pueblo. Y 33 años después, esa opción le pesa más que cualquier otra. No por las penurias que se pasan, sino por los lazos que se adquieren con la población, que vio crecer y envejecer. Por eso dice que tardó dos años en decidir que se jubilaba. De hecho, lo hace con dos años de retraso. Pero la pandemia le había dejado tocado. Eso de atender a los pacientes que conocía de toda la vida solo por teléfono hizo mella en él. No estaba acostumbrado a ejercer así la medicina y más para un médico de pueblo, en donde no solo eres el doctor, sino otras muchas cosas. Está convencido de que un médico de pueblo no debería estar más de 10 años. Reconoce la dureza del golpe de jubilarse después de estar 33 años en O Hío y confía en superarlo. No son pacientes anónimos los que deja en esta parroquia de Cangas. Todos, para él, tienen vidas conocidas, más allá del estricto historial médico. Comenta que de la “prehistoria” a la época actual se tardaron en llegar cuatro años, lo que tardó en estar equipado el centro. Relata como Euloxio López se presentó un día en el consultorio para preguntarle qué necesitaba y lo que ayudó José Enrique Sotelo, en su época de alcalde. Por cierto, que será él médico que lo cubra hasta final de mes, que después se van a realizar “prolongas”, por lo que su puesto no estará cubierto de forma definitiva hasta septiembre, aproximadamente.

Alberto Pérez está convencido que este tipo de consultorios como de O Hío terminarán por desaparecer, que es una cuestión de efectividad, que en un centro de salud unos médicos cogen los pacientes de otros cuando falta uno de ellos. Afirma que lo importante es que haya buenas comunicaciones y que, por ejemplo, en O Hío, un autobús se encargara por la mañana de recoger de forma gratuita a los pacientes para llevarlos al centro de salud de Cangas, para que así desapareciera la sensación de distancia.

En su larga estancia en O Hío detectó la elevada presencia de hipertiroidismo entre los vecinos de Donón, debido a la consanguinidad tan estrecha. Jamás tuvo problemas con los vecinos ni con aquellos que acudían a él con la intención de que diera por incapacitado a sus padres para así beneficiarse.

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