El hijo del fallecido Tucho Perete, Pablo Costas, cogía el relevo de su padre al frente del Coro San José. Lo hacía dos años después de la pérdida y tras una pandemia de diablos que se llevó a mucha gente por delante. Pero hay que seguir adelante, alimentando sueños y pasiones, endulzando con el canto la vida que continúa.
No las tenía todas consigo Pablo Costas. Sabía que iba a ser algo muy emotivo, y lo fue, seguro, pero supo estar a al altura. Dirigió el coro con las formas a las que le tenía acostumbrado su padre, al que tantas veces vio dirigir esta masa coral e instrumental que se reúne solo una vez al año y es para dar serenatas a los Pepes y las Pepitas. Con una ruta predeterminada de muchos años, el coro salió como de costumbre de la Plaza do Arco. Allí es la cita de esas 40 voces y 10 músicos a los que rodeó un importante grupo de público que ansiaba recobrar esta agradable tradición.
Tras “rondar” en la Plaza do Arco, el Coro San José se dirigió a la Taberna do Jefe, que se abrió para la ocasión. El citado establecimiento lleva un tiempo cerrado debido a la jubilación del propietario, pero eso no quita que se pueda abrir para mantener la tradición. Allí fue el primer avituallamiento y no mucho más tarde habría de venir el segundo, en la Casa Macillos, donde ya se resopla y los cuerpos se preparan para el festín que Josefa acostumbra a preparar. La noche terminaría en la ventana del domicilio de Manuel y Mercedes, dos miembros del coro que están enfermos y que regresan al hospital para la semana. Fue uno de los momentos más emotivos de la noche.
Pablo Costas dominó la situación. Ayer aseguraba que la tradición se iba a mantener, en homenaje a su padre y al pueblo de Cangas, y recordó que se pudo comprobar que había mucha gente que estaba deseando ver al coro salir.