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La primera familia ucraniana refugiada en Cangas: “No es humano lo que hace Putin”

Snizana Pashova (izda.) y sus dos hijos, con el ucraniano afincado en Cangas Vitaliy Dovhanyk y su mujer Rebeca Nores, ayer, en Síngulis. | // G.N.

Pese a los momentos de angustia, no ha pedido la sonrisa. Snizana Pashova, de 37 años, llegó a Cangas con sus dos hijos Nikita y Misha, de 2 y 7 años, respectivamente, y su padre Mikolai, de 75, huyendo de la guerra en Ucrania. Vivían en Járkov (Kharkov), la segunda ciudad más importante del país que empezó a recibir los bombardeos de las tropas rusas el 24 de febrero. Veinte días después sigue asediada por Rusia y está prácticamente en ruinas. Es la primera familia refugiada de Ucrania que acoge el municipio. Nunca en el mapa habían señalado Cangas con el dedo, pero el destino y la plataforma airbnb -ninguna ONG o viajes de ayuda humanitaria- les trajo a esta península buscando una vivienda en alquiler asequible.

Llevan solo desde el domingo pasado, pero Snizana asegura que aquí han encontrado la tranquilidad que estaban buscando cuando, de forma desesperada tuvieron que huir de la guerra en su país. El único avión que encontraron fue con destino a Oporto, en Portugal.

Los hijos y el padre de Snizana, en el refugio de su bloque de pisos. | Foto cedida

Además de la tranquilidad, en Cangas encontró la inestimable ayuda de un compatriota ucraniano que reside en la localidad desde hace 18 años, Vitaliy Dovhnyk, casado con la canguesa Rebeca Nores. Vitaliy se tropezó con la familia de casualidad en la calle este pasado lunes. El aspecto de ella y de los dos niños, todos rubios, le hizo fijarse y se dijo: “Tienen que ser de fuera, no son de aquí”. Efectivamente. Les escuchó hablar. Eran ucranianos. En seguida Vitaliy y su mujer se pusieron a disposición de ellos para ayudarles en lo que necesitaran. El martes cruzaron la ría en barco y les acompañaron a la Policía Nacional en Vigo para iniciar los trámites del permiso de residencia. Él también le ayuda con el idioma, aunque ella se defiende algo con el inglés.

Snizana responde siempre con una gran sonrisa, pero seguro que detrás de esa imagen de serenidad, llora a escondidas lejos de la mirada de sus hijos tan pequeños. En Ucrania sigue su marido, al que no se le permite abandonar el país y con el que, asegura, que solo puede hablar una o dos veces por semana debido a las dificultades de comunicación.

El 24 de febrero empezaron los bombardeos en Járkov y el 28 su marido cogió el coche y se llevó a toda la familia -su mujer, sus dos hijos y su suegro- para que abandonaran el país y se pusieran a salvo a través de la frontera con Polonia. Viajaron en coche hasta Leópolis, en donde hicieron noche, y de allí llegaron a la frontera, que ella, con los niños y su padre -su madre falleció en 2009- tuvieron que cruzar a pie. Estaban rodeados de familias y en esa huida sufrieron más bombardeos y vieron cómo eran alcanzados algunos de los coches de la caravana con personas dentro.

Sus hijos, en el refugio del sótano de su casa en Járkov. Foto cedida

Llegaron a Cracovia en autobús y compraron el primer billete de avión disponible. Solo había hasta Oporto y no lo dudaron. Llegaron a Portugal solos, sin ningún enlace en este país y únicamente con lo puesto, alguna maleta, y el móvil.

Paso de la frontera en Polonia. Foto cedida

Snizana asegura que intentaron alquilar una vivienda en Oporto, pero las únicas que le aparecían con un precio de acuerdo a sus posibilidades estaban fuera de la ciudad y sin coche no era opción. Así que buscando y buscando encontraron la vivienda en alquiler en la que residen en la actualidad en Cangas, en la zona del casco histórico. Es un apartamento pequeño, pero esta mujer asegura que están bien y que ahora intentará resolver todos los problemas del papeleo para legalizar la situación, que los niños puedan ir al colegio y ella encontrar trabajo.

La mujer ucraniana con sus dos hijos en Cangas. GONZALO NUÑEZ

Su meta ahora está aquí, organizar su vida en Cangas, pero con la idea siempre se volver a Ucrania cuando llegue la paz. Sabe que la vuelta supondrá la reconstrucción de un país destrozado por una guerra que se ha llevado por delante a muchas personas. En su caso ya han perdido amigos. Por eso que no entiende a Putin: “Lo que está haciendo no es humano. Ni Hitler hacía lo mismo”. Recuerda que durante los bombardeos en los días que permanecieron en Járkov desde el inicio de los ataques, se refugiaban en el sótano de su edificio -ella reside en el noveno piso- y que en una ocasión una de las familias que subió en un momento al piso, fue alcanzada por un misil y murieron tres de sus cinco miembros. Fue angustioso. El país no está preparado con refugios antiaéreos y la única alternativa que les queda son los sótanos de los edificios, los garajes o el metro.

Snizana no esconde que añora con volver a su casa que justo cuatro días antes de estallar la guerra había reformado. El edificio sigue entero, dice, pero las ventanas están todas estalladas, se lamenta, aunque con la cabeza también fría de que ahora en donde mejor están es lejos de los misiles, si bien con la pena de no poder estar junto a su marido.

Cangas, volcada en la ayuda humanitaria

Cangas se ha volcado en los últimos días en ayuda humanitaria para la población ucraniana refugiada en Polonia. Tal ha sido la avalancha que hoy es el último día que en la Oficina de Voluntariado recogen donaciones. Atendiendo al aviso de la Federación Galega de Municipios e Provincias (Fegamp) y la Xunta, el Concello ha decidido pausar la recogida de este material humanitario. El lunes salió el cuarto envío a la Asociación San Roque en Salvaterra, que canaliza toda la ayuda; y este viernes saldrá el siguiente. También la Asociación de diagnosticad@s e cáncer de mama de Cangas (Adicam) entregó ayer 500 kilos de ayuda humanitaria. En su sede en Vigo también recogieron otros 400 kilos Se trata de material médico y de botiquín, medicamentos, material de higiene para adulto y bebé y alimentación infantil.

Lo bombardeos destruyeron el zoo y hay lobos en las aceras

Lobos ante su casa en Járkov. Foto cedida

Snizana Pashova asegura que llevaba una vida normal en Járkov. Los niños iban a la guardería, y ella y su marido trabajaban de forma telemática en programación informática. El pasado 20 de febrero habían concluido la reforma de su vivienda, un noveno piso en un edificio en el centro de la ciudad, y cuatro días después estallaron los primeros misiles. El colegio en donde en el mes de septiembre ella se fotografiaba con su hijo en el primer día de clase, fue alcanzado por los misiles, como también el zoológico que hizo que los lobos escaparan y merodeen por las aceras. Ella tiene grabado un vídeo de una pareja de lobos buscando comida en las bolsas de la basura en plena calle frente al edificio. Antes de su trabajo en casa, asegura que impartió clases relacionadas con la economía y la banca en la Universidad. De repente toda esta normalidad se vino abajo y la vida de todos corrió peligro. Las alarmas por los bombardeos les hacían bajar rápidamente al refugio en el sótano del edificio en donde han dormido con los niños varias noches.

El primer día de cole en septiembre en Járkov. Foto cedida

En Cangas dice que se ha sentido bien acogida, que el idioma no es tanta dificultad, y que en el supermercado se defiende en inglés. Ayer preparaba en su casa hamburguesas caseras con algo de arroz o pastas. La sonrisa de esta mujer de 37 años, que encarna las consecuencias de esta guerra, desaparece y aparece una cara de preocupación cuando se le pregunta por las relaciones con los rusos. Reconoce que esas relaciones, sobre todo en la frontera, se rompen, porque la población rusa no entiende qué está haciendo Ucrania y por qué escapan los ucranianos. Asegura que hay mucha propaganda rusa en contra de Ucrania, de que no es Rusia la que pelea, sino que son los propios ucranianos, sobre todo los del este, y se difunde la imagen de que América es la mala. Incluso se llegó a propagar que los propios ucranianos se lanzaban las bombas.

Antes de la guerra en un parque infantil.

Permisos temporales en la Policía en Vigo

La Comisaría de Policía Nacional de Vigo-Redondela, ha comenzado a tramitar las solicitudes de protección temporal de ucranianos desplazados, así como al resto de supuestos incluidos. Pone a disposición de los ciudadanos ucranianos desplazados las Brigadas de Extranjería y Fronteras y de Policía Científica, encargadas de esta primera atención. Aquellos ucranianos desplazados (y demás supuestos incluidos), deberán solicitar cita previa llamando al teléfono de contacto 986820687, en horario de mañana 9 a 14 horas, asignándoles la cita para acudir presencialmente a Comisaría para presentar la solicitud. El mismo día de la comparecenciala Policía entregará un resguardo de presentación de solicitud de protección temporal, que incluirá ya su Número de Identificación de Extranjero (N.I.E.).

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