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Bueu distingue el legado de José Solla

Autoridades y la sobrina de José Solla junto a la macroescultura "Inés-Palmira". Santos Álvarez

El espíritu de José Solla, ese que se encuentra en lugares tan emblemáticos como el paseo que lleva su nombre en Agrelo o en la Praza Massó, impregnó ayer el Centro Social do Mar de Bueu. Lo hizo con motivo del homenaje póstumo que el Concello quiso brindarle a unos de sus artistas de referencia después de su fallecimiento el pasado mes de septiembre. La música de Manxadoira, palabras de agradecimiento por su legado y el documental “Horizontes”, dirigido por Alba Sotelo formaron parte de un menú que tuvo como colofón una ofrenda floral en su obra “Inés-Palmira”.

“Pintar es algo intuitivo, nunca sé en qué va a terminar. Estoy pintando y estoy viajando, estoy acá y en Mar de la Plata”. Las palabras de José Solla, recogidas en el documental “Horizontes”, son el fiel reflejo de la personalidad de un artista que ayer hubiese cumplido 94 años y que recibió el merecido reconocimiento de un pueblo, el buenense, que fue la tierra de adopción de este hombre nacido en Castro (Marín) y asentado en Mar de la Plata (Argentina).

El día del cumpleaños de Solla fue el elegido para un homenaje que acogió el Centro Social do Mar y en el que se dio cita un centenar de personas. “La Alborada de A Lanzada” fue el tema con el que la Banda de Gaitas Manxadoira abrió el acto, acompañando con sus acordes la proyección de varias imágenes del pintor durante su estancia en Bueu. El concejal de Cultura Xosé Leal tomó la palabra entonces para glosar la figura de un hombre “al que era habitual ver paseando por el puerto, que siempre iba con su carpetita de trabajo, siempre pensando en el bien común, en mostrar su arte para Bueu”.

Un momento de la actuación de la Banda de Gaitas Manxadoira. Santos Álvarez

El edil subrayó la importancia de tener un agradecimiento hacia su figura que se uniese a otros anteriores como el paseo bautizado en su nombre, la colocación de la escultura Inés-Palmira o la antología organizada en 2018 por la Diputación de Pontevedra bajo el nombre de “Coplas de cego”. De esta última rescató el texto que escribió entonces para esa muestra y otro de Ramón Rozas, antes de que Manxadoira tocase una nueva pieza. A continuación se proyecto el documental “Horizontes”, de la buenense Alba Sotelo, estrenado precisamente con esa exposición.

La diputada Victoria Alonso intervino para recordar el papel de “las administraciones para poner en valor a esta gente”, a la vez que recalcó que “un gallego nunca deja de ser un gallego”, independientemente de dónde resida. El turno de intervenciones fue cerrado por el alcalde de Bueu, Félix Juncal, que reconoció “sentirse un amigo de Pepe Solla” y habló de él como de “una persona agradecida por todo”. Además, comentó la última conversación telefónica con él, en la que olvidó darle el pésame por el reciente fallecimiento de su hija Rosita. Manxadoira puso el broche musical a la celebración en el Centro Social do Mar con el tema “Veño de lonxe”.

Dolores Solla, sobrina del artista fallecido, durante su intervención. Santos Álvarez

Como colofón del homenaje, los asistentes al acto –entre los que estaban representantes de la corporación, el artista Camilo Camaño o los exediles José Cuervo y Fidel Castro, fuertemente vinculados a Solla– tomaron crisantemos dispuestos en la entrada del Centro Social para desplazarse hasta la Praza Massó, donde está situada la macroescultura “Inés-Palmira”. Manxadoira entonó allí el himno gallego, cantado por los presentes, que fueron depositando uno a uno las flores amarillas a los pies de la obra más definitoria de José Solla, la que deja un legado imborrable en el centro del municipio que lo acogió y en el que tanto disfrutó.

Dolores Solla: “Temía que cada abrazo pudiese ser el último”

La parte más emotiva del acto la puso la representante de la familia de José Solla, su sobrina Dolores, que tomó la palabra para asegurar que “recordar a Pepe es complicado, porque es recordar un trozo de mi vida. Con el viví momentos maravillosos”. Aseguró que “hablar del artista es hacerlo del hombre. Vivía para su taller y su pintura con una gran pasión. Él pensaba que era un joven y vivía apasionadamente las cosas más pequeñas de la vida”.

Recordó que sus paseos acababan siempre en la plaza “y yo le decía que era un afortunado, porque su obra le iba a sobrevivir”. Dijo que no le gustaban las despedidas y que lo hacía “con un abrazo y un hasta otro día. Pero yo sentía el temor de que ese abrazo fuese el último. Y así fue un día”, relató visiblemente emocionada.

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